jueves, 14 de octubre de 2010

Tiempos.

El paso de las horas, de los días, de las semanas, de los meses, de los años… Cada vez el tiempo pasa más deprisa, no nos damos cuenta de la velocidad con la que desaparece un día tras otro, nos envolvemos en las rutinas, en los problemas, en asuntos pendientes o por resolver, nos centramos en llegar a fin de mes, cada vez más complicado (hablo por experiencia), y no nos paramos a pensar en que se nos va la vida, en que los días que pasan ya están acabados, que no van a volver, que no vamos a recuperar nunca más ese tiempo, que todo lo que dejemos de hacer hoy ya está perdido, todo el tiempo que dediquemos a algo sin valor o sin fundamento es tiempo robado, minutos, horas o días que podríamos estar disfrutando de la vida, de las cosas buenas, de las ventajas que tenemos si nos encontramos bien, si simplemente podemos sentirnos vivos. Porque la vida es eso, un avanzar a una lenta velocidad de la luz, que parece que aún queda mucho por llegar y sin embargo, puede truncarse en cualquier momento. Por mis manos pasan un sinfín de personas con vidas truncadas, que de pronto alteran su rutina para acabar en una cama hospitalaria, con mayor o menor gravedad, de todo me encuentro; hoy he estado en quirófano, un mundo surrealista donde el hecho de abrir en canal a alguien es lo más normal del mundo, y es que no me acabo de acostumbrar a según qué cosas, a ver a la gente en un estado de vulnerabilidad tan brutal, quizá el único lugar donde, realmente, la confianza en otro ser humano es totalmente ciega…

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