domingo, 3 de octubre de 2010

Espera... Fuerza... Definiciones...

Soy de hablar las cosas claras, una mujer de carácter, con su genio camuflado en una apariencia más bien dulce, me dice la gente que parezco “buena chica”, que transmito quietud y que sé escuchar… Y es cierto, considero seriamente que si tenemos dos orejas y una boca es porque deberíamos escuchar el doble de lo que hablamos, pero… ¿quien se para a pensar en estas cosas?
Vivimos en un mundo de locos, de andar estresados ya a primera hora, cada vez la sociedad es menos tolerante, más intransigente y egoísta y busca más el beneficio personal, nuestros problemas siempre nos parecen los más importantes, sin embargo, a veces cuesta poco cambiar el chip, basta con mirar hacia atrás… siempre hay gente que está peor…
Este año, para mí, está siendo como una montaña rusa, de subidas y bajadas continuas… Empecé un año rompiendo mi relación conformista, ya que él no supo utilizar las dos orejas y, simplemente, escucharme… Pasé un mal momento que, por suerte, de momento sólo se quedó en un susto, gracias a mi voluntad, a los zumos antioxidantes, a la vitamina C y al astrágalo…

El cuerpo, la estructura física que me mantiene en pie, el conjunto de “carne y huesos” que me viste el alma, no es mío… Mucha gente cree que sí, que su cuerpo le pertenece, pero no es así, simplemente es una envoltura prestada, que aparentemente somos capaces de controlar, pero que sin embargo, toma sus propias decisiones. El cuerpo es simplemente autónomo, miles de células unidas entre sí, decidiendo funcionar cada día porque sí, sin más órdenes que las suyas propias, sin más control que el que ellas ejercen sobre sí mismas… El cuerpo amanece un día iniciando un engranaje perfecto que no se para nunca, y de igual forma, un día puede decidir dejar de funcionar, o estropear alguna de sus piezas, y entonces ya está todo perdido…
Esta semana es especialmente dura para mí simplemente por eso, porque mi cuerpo ha decidido cambiar su rol habitual para alterar algo… Aún no lo entiendo bien, y me desespera el saber que no puedo hacer absolutamente nada para pararlo, simplemente esperar y confiar que los cambios no sean de importancia y que no pase de ahí…
Me quedan unos días de espera todavía…

No tengo más remedio que sentarme a escribir… ¿sobre qué? Tantas cosas tengo en la cabeza últimamente… Tantos miedos, tanta incertidumbre, tantas dudas… no sabría ponerle un nombre, no se me ocurre cómo llamar a ese amasijo de sentimientos y emociones que cambian tan rápido en mi cabeza y en mi corazón. Me dan miedo muchas cosas, me aterra enfrentarme a algo que me supere, ser incapaz de “plantarle cara” a la posibilidad de que las cosas no vayan bien, y ahora que lo sé, que hay evidencia de que los cambios dentro de mí no son buenos, ahora que estoy en ese momento, sólo respiro hondo y pienso en toda la fuerza que hay en mí, en todo lo bueno, en tantas cosas por las que luchar y tantas por las que sonreír.
Sin embargo, y a pesar de todo, tengo miedo… Es curioso seguir viviendo un día a día, con sus rutinas, sabiendo que, dentro de mí, hay algo que no va bien… Y yo no puedo controlarlo, no puedo hacer nada, no puedo evitarlo de ninguna manera ni pararlo, ni siquiera saber cómo va, los porqués… No puedo apartarlo a un lado o dejar de pensar en ello continuamente… Y tengo miedo, mucho… Porque aunque una parte de mí sigue estando tranquila, no puedo evitar sentirme triste, porque me he de considerar afortunada por no tener algo peor, sin embargo… ¿por qué no me siento así sino todo lo contrario? Y el miedo es algo tan… malo… Tanto porque no hay forma de controlarlo, al igual que los pensamientos, que aunque parezca que somos capaces de dominarlos, no es así, y ellos vuelan y vuelan por su cuenta… Pienso en mil cosas, en cómo será, en qué pasará, si estaré bien, si podré cumplir uno de los sueños que siempre he tenido… Y no lo sé, y me aterra la idea de no ser capaz de conseguirlo, de que sea demasiado difícil, de que las complicaciones me puedan y mi vida se quede a medias… No lo sé, no sé qué pensar ni que hacer, aunque no hay nada que pueda hacer, está claro, sólo esperar y asumir esta situación y sobrellevarla de la mejor manera posible.
Es curioso… siempre me he preguntado qué se siente estando en una cama de hospital… siempre he pensado mucho en la diferencia entre mis pacientes y yo misma, por qué soy yo la afortunada que está a pie de cama y ellos no, por qué la vida les ha mandado algo malo y a mí no… Tantas cosas… Tantos pensamientos absurdos que no puedo controlar… Y sin embargo, ahí están, dando vueltas y vueltas sobre mi cabeza, invadiendo todos los momentos en los que intento no pensar… Demasiado imposible.
La vida está a punto de resolverme la duda, de saber qué se siente, y ahora que estoy en este punto, me doy cuenta de que no quiero saberlo… Sólo espero que pase lo más rápido posible y que todo se quede en una vivencia más.

Los días siguen pasando y yo, poco a poco, voy volviendo a una normalidad extraña, a un día a día con las mismas cosas de siempre, con sus rutinas, sus cosas buenas y malas, sus alegrías y sus penas… Sigo teniendo días de reír a carcajadas, otros de quedarme con una sensación de tristeza dentro de mí, con las ganas de llorar o las emociones a flor de piel, porque, simplemente, los días siguen pasando sin más, trayendo consigo nuevos pensamientos y nuevas esperanzas.
Ahora me toca volver a esperar otra vez, con la incertidumbre, con los miedos cubriéndome de malas noticias… Es extraño como una parte de mí vive en la resignación más absoluta y otra, por el contrario, tiene esa capacidad innata para luchar y para negar lo evidente, como si con sólo pensamientos positivos lograra controlar ese crecimiento anómalo y rechazarlo, pero no puedo, o no sé si soy capaz de hacerlo, porque a veces se me apagan las fuerzas y no sé si eso forma parte de la normalidad en estos casos. Y ahora mismo, a pocos días de una desconexión total, de una depuración de cuerpo y alma, de un viaje que me va a llevar al fondo de mí misma, sólo espero que todo tenga su fruto y, en junio, pueda obtener una respuesta que me libre de aquello que quiero evitar a toda costa… No quiero desprenderme de ninguna parte de mí…

Cuando simplemente piensas en una cosa… cuando no hay nada más que ocupe tu mente y tu corazón… cuando crees que por fin has abierto los ojos y lo ves todo como, simplemente, todo el mundo debería verlo… es cuando te esfuerzas en retomar una lucha que tenías olvidada… La percepción del mundo, de todo cuando nos rodea, el simple hecho de ser capaz de respirar, reír, soñar, amar, odiar, tocar, oler… mil cosas minúsculas que llenan de grandeza la vida… y todo, de pronto, cobra más importancia, todo tiene más sentido y más valor cuando estás en ese punto en el que el miedo se apodera de ti… Miedo por nada si lo comparo con mil desgracias, miedo absurdo porque no hay por qué tenerlo, pero sin embargo, totalmente real.
Y hoy, en una conversación cualquiera, una frase que me hace pensar nuevamente… La enfermedad es algo que cada uno vive a su manera… Totalmente de acuerdo, ya que el proceso es tan personal y único que son absurdas las comparativas… Pero, me pregunto, qué es la enfermedad? Desde que empecé a estudiar, la primera definición, “enfermedad es la ausencia de salud”… Y efectivamente tiene sentido, pero es a ciencia cierta así? Realmente ahora, estoy ausente de salud? Estoy enferma? No sabría bien bien decirlo, ya que sigo viviendo de la misma manera, sintiendo lo mismo, notando la misma energía y sin ningún tipo de síntoma que me haga sentirme que la padezco, la enfermedad… Porque no sé si estoy enferma, o ausente de salud, o simplemente vivo en una interfase sin sentido, sin pertenecer a ningún grupo, tan sólo en mitad de una vivencia más que acabará pronto, o quien sabe, se alargará, y ahí está el “sin vivir” de la enfermedad, y lo que hace que realmente pertenezcas a ese grupo.
Me siento bien, animada, contenta, me siento como siempre, llena de vida, asumiendo mis rutinas, riendo con mi gente, planeando mis cosas a corto y medio plazo (no existen los largos plazos…), y aún así, ahí está, presente en todo momento dentro de mí e invadiendo cada uno de mis pensamientos y mis momentos de reflexión. Está ahí haciéndome sentir “enferma” sin encontrarme mal, sin estarlo realmente, porque no considero que lo esté… Esta reflexión sin sentido me acerca más a mí misma y a considerar la ausencia de salud como un estado indefinible e impreciso al cual puedo pertenecer en este momento, y, sin embargo, sé que la forma en la que lo estoy viviendo es única y que, a pesar de poder compartirlo con total confianza con pequeños grandes apoyos que siempre están ahí, existe esa parte de mí que lo vive en la intimidad y la soledad más profunda, coexistiendo con un día a día “ausente de enfermedad”.

Esta montaña rusa que empezó conmigo el año haciendo una primera bajada que me encogió el estómago, acabó frenando y dejándome bajar en junio… Por suerte, todo salió bien en la última revisión, la próxima… en diciembre, esperando que la suerte siga de mi lado.

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