martes, 26 de abril de 2011

Soledad.

No sé por qué sigo fracasando una y otra vez… Hoy me siento triste, derrotada, como si llevara una piedra enorme atada al cuello y me arrojaran al mar… Hoy me falta el aire, tengo un nudo en la garganta que me asfixia, no sé si es porque me siento sola, porque tengo miedo, porque me doy cuenta de que nadie está ahí en los momentos importantes, porque cuando tengo un problema nada importa, sólo yo, porque a nadie le importa cómo esté o lo que pueda necesitar… Y vuelvo a lo mismo, a cuando sólo he necesitado un abrazo y no he obtenido respuesta, otra vez así, otra vez dolor, otra vez el abandono… Sé que no le quiero, que nuestra historia es como una goma que se tensa demasiado y yo sigo tirando de ella a veces, tiro tanto que él la suelta de repente y me golpea en la cara, me deja magullada, herida, dolorida y tirada en el suelo mientras sólo tengo ganas de llorar… Otra vez me siento vulnerable, otra vez soy una loba que huye, que no es capaz de afrontar su verdadero yo, que se esconde en cualquier lugar oscuro, que escapa de todo, que se ha acostumbrado a que nadie la quiera.
Hoy tengo más tristeza acumulada que nunca, será porque quema demasiado la ignorancia, la indiferencia, la agonía de sentirme ridícula, inútil, maltrecha… Sólo lloro para mí, en mi soledad, en mi rincón, donde nadie puede verme u oírme, donde nadie tenga la estúpida tentación de consolarme, otra vez el orgullo que me obliga a levantar la cabeza mientras me seco las lágrimas para enfrentarme al mundo otra vez.
Quisiera irme a dormir esta noche y quedarme en la cama durante semanas, meses, años… y volver algún día a la realidad cuando ya todo se haya borrado, cuando el tiempo no exista y los problemas se hayan teñido de otro color. Quisiera desaparecer y esconderme, no ser yo, ser capaz de dejarlo todo, de correr hacia otro horizonte, de olvidar que no estoy bien, que los malos tragos que paso sola son pequeñas heridas incurables, pequeñas grietas en mi corazón, grietas imposibles de reparar, demasiado profundas, absurdas… Está claro que los malos tragos los tengo que acabar pasando yo sola, porque ni siquiera mendigando puedo obtener un abrazo de esa persona que era especial para mí, y hablo en pasado porque el dolor que siento es tan agudo, tanto, que se confunde con la esencia, con la magia, con el sentimiento que le he profesado siempre.
Él no me quiere, me hace daño de forma intencionada, me va destruyendo poco a poco para reconstruir después los pedazos que quedan de mí, simple entretenimiento para acabar conmigo después, y ya no sé si quedan retales que unir, ya no queda nada, sólo dolor, vacío, un paraje seco, sin vida, no hay nada… Porque el lugar que deja el dolor es mínimo, lo ocupa todo, lo transforma, enmascara los buenos momentos y de tanto en tanto fluye, cuando estoy sola, fluye de mí y me libera en parte.
Hoy estoy más triste que nunca, hoy quisiera perderme, dejar de ser yo, dejar de ser…

viernes, 15 de abril de 2011

Triste...

Hoy tengo ganas de encerrarme antes de tiempo. A pesar de que los días ahora son más largos, a pesar de que entra aún la luz que lucha por mantenerse antes de abandonar otro día más, cierro las persianas, no quiero seguir viendo el resplandor de un atardecer, quiero que este día acabe, quiero que entre la noche sin avisar a mi casa, que sea como si fuera ya la hora de irme a dormir y así dejar de sentir la tristeza de hoy, las carencias, las decepciones… Hoy ha sido un día duro, porque otra vez me ha tocado volver allí, otra vez lo mismo, la misma historia, que parece que no quiere terminar nunca. Otra vez la consulta, las esperas, otra vez lo desagradable del momento, que me quiten una parte de mí en una camilla fría y otra vez la incertidumbre, la espera, otro mes más pendiente de resultados… Estoy cansada, estoy estancada… no avanzo, no retrocedo, no sé qué quiero o qué puede ser mejor…
Y la tristeza de saber que a él no le preocupa… es lo más duro del día de hoy…

jueves, 7 de abril de 2011

Otro adiós que no es más que un hasta luego.

El aire que me rodea, que me envuelve, que penetra en mis pulmones con cada bocanada de vida que le otorgo a mi cuerpo, ese aire denso de color lejanía, de sabor agridulce, sigue oliendo a despedida. Me despido de ti desde este territorio con tintes obscenos que dibujan nuestros cuerpos entre las sábanas de mi cama, me persiguen de noche tus caricias y me imagino aún entre tus brazos a pesar de saber que es la gran mentira de siempre…
No existen más razones, sólo despedidas, que pesan y se adhieren a la piel como sanguijuelas, y me chupan la sangre a escondidas, dejándome aturdida después de cada encuentro… Quiero seguir abrazándote y recorriéndote despacio, hundiéndome, ahogándome en ese olor tuyo que me traspasa, se me cuela en cada rincón, me produce vértigos, me hace caer a mil por hora por un precipicio donde el final no es más que eso, otra despedida sabiendo que no lo es… Me dices que seremos amigos algún día y yo no sé si creerte, porque sigo imaginando en cierta medida que aún habitas en mí de forma perenne, y no quedan opciones ni motivos, tan sólo otra despedida. Quien sabe si esta vez lo sea de veras, porque me he molestado en recordarte que quedan pocos días para un supuesto aniversario que tampoco es real, y hemos bromeado entre silencios incómodos, parece mentira, tanto tiempo ya…
Despedida, eso es lo único que queda, la última despedida, el último encuentro entre mis sábanas, un día más para tocar el cielo mientras siento que no eres tú, que te alejas tan rápido que he pedido la noción de la distancia y el tiempo no es más que un enemigo que te ahuyenta más de mí. Te quiero sin quererte, porque sé que no hay entre nosotros ya nada, sólo esta despedida que sí, tal vez sea la real, la última, la despedida exacta, la perfecta, la que no necesita que fluyan otras más tras ella… Despídete de mis noches, de mi luna, despídete de ese momento en el que mirarnos es lo único, en el que tú y yo no existimos, y Wendy y Peter Pan permanecen unidos en una página del cuento imposible de pasar. Te pierdo con la despedida, lo sé, te dejo volar mientras siento que te alejas apenas sin mirar atrás, y me pregunto si volverás, más como un ritual que otra cosa, porque siempre lo hago… Y es que siempre vuelves, siempre… Y tal vez cuando exista otro regreso yo ya no esté ahí, o tal vez sí, pero no con el corazón abierto de par en par.

miércoles, 6 de abril de 2011

Turquía.

Caminando por la mágica ciudad, que te obliga a pasear por sus calles respirando hondo, captando la esencia, transportando hasta los pulmones aires picantes, inundando la vista con colores que se entrelazan formando alfombras, tapices, innumerables puestos y objetos que resultan ser una explosión para los sentidos.
Los días despejados allí son como baños de oro, donde el cielo azul de la ciudad, el reflejo de los rayos sobre cúpulas doradas… todo ofrece un espectáculo que hace empequeñecer, que minimiza tu persona ante tal grandeza…
Qué enriquecedor resulta viajar y mezclase con otras culturas, con otros habitantes de este mundo de locos, cada cual luchando por sobrevivir, por hacerse un hueco, por ofrecer la riqueza de un país lleno de historia, de magia, de contrastes…
Quizá vuelva en alguna otra ocasión, pues al perderme por los callejones de Estambul, sin rumbo, sin mapas, sin reloj, ni prisas… lo único que sentía en mi interior es una sensación plena de libertad, de ser capaz de caminar a mi aire por ese lugar desconocido donde no llegan los ruidos de una crisis que nos sobrevuela, sin sentirme esclava de unos sentimientos no correspondidos, sin pertenecer a nadie, sino tan solo yo misma, perdida, sin querer que nadie me encuentre… Tal vez vuelva sólo por eso, porque conseguir por unos días desaparecer no tiene precio…
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