martes, 12 de octubre de 2010

Día de UCI.

La inestabilidad hemodinámica conlleva no poderme mover de los pies de la cama. Jugando con la medicación y aún así no consigo que aumente la tensión, que deje de tirar del respirador, es inútil disminuir la solinitrina o aumentar la dobutamina, no sé si debo seguir dando bolus de midazolam, simplemente veo que no soluciono nada con lo que tengo a mano. Y la tensión sigue cayendo… justo a la hora de las visitas, qué mala suerte, pienso, para media hora que pueden estar aquí… pero es que ya prometía que pasaría algo así, ya lleva toda la noche inestable; un infarto, eso me han dicho, y pienso yo, ¿qué hace en la UCI? Pero allí está, a trompicones, sobreviviendo en una lucha constante. Me sobrepasa un poco la presión, las miradas de su familia puestas en cada cosa que hago, en cada alarma que suena, los números se han vuelto locos en el monitor y en el respirador, me faltan manos para silenciar la “orquesta” que se ha iniciado en un momento, y parece que con todo esto casi no he tenido tiempo ni de mirarlo a él. Tumbado en la cama, con sedación insuficiente, las manos cogidas por su mujer y su hija, parece querer volver de donde quiera que esté y abrir los ojos, incluso respirar por él mismo, y no veo otra opción que tener que despedir a la familia, por muy mal que me sepa, pero es un trago que no quiero que pasen tan pronto, sin previo aviso. La mujer me mira y me dice que ya sabe que está mal, que no me preocupe, que haga mi trabajo, que espera fuera a que la vuelva a dejar entrar, y en ese momento voy a buscar a los médicos, me dan pautas nuevas, me dicen que haga cosas que ya he hecho por decisión propia, pero sigue sin funcionar, algo en esa vida está luchando por quedarse o por marcharse de una vez. Los minutos que siguen pasando traen consigo nuevas decisiones, un traslado a otra unidad y un “llegar al corazón” y ver qué está ocurriendo.
El corazón es una maquina perfecta que funciona a una velocidad y una constancia increíble, un mecanismo complejo, minucioso, preciso y exacto que nos permite estar vivos, y sin embargo, cuando falla, todo se va a pique por mucho que lo intentes. A  veces la medicación basta para paliarlo, otras es demasiado tarde, y hoy, después de un inicio de jornada intenso, de hacer todo lo posible por remontar ese corazón, parece ser que no ha servido de mucho.
Otro día más en una unidad con demasiadas malas noticias… Me voy a casa pensando simplemente que esas son las cosas realmente que hay que lamentar, y que soy afortunada sólo por tener un corazón normofuncional, todo lo demás no importa, ni siquiera el sentimiento de soledad desde que Peter Pan se fue, ni siquiera eso, porque incluso el hecho de echarlo de menos pasa a un segundo plano totalmente en días como hoy.

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