miércoles, 6 de octubre de 2010

Tan sólo una sonrisa.

Hoy quiero escribir y no me sale nada… Pienso en el día que he tenido, en cuántas cosas voy consiguiendo por mí misma, en si habré desaprovechado una oportunidad, no lo sé, pero hoy, a punto de irme a dormir en breve, me quedo pensativa delante del ordenador y, simplemente, me doy cuenta de que no sé qué escribir. Es como un lapsus mental, un stop, no me salen las palabras, ni siquiera a pesar de que hoy hemos hablado, sí, hoy Peter Pan y yo nos hemos encontrado en mitad del pasillo y hemos mantenido una conversación sin demasiado sentido, el único sentido que ha tenido, para mí, es el simple hecho en sí, ya que hacía demasiado tiempo que no intercambiábamos unas palabras.
Él estaba sonriente, parecía contento de verme, no sé, alomejor siguen siendo imaginaciones mías, quien sabe, porque a veces creo que le gusta darme una de cal y otra de arena, pero sí, ha estado sonriendo casi todo el rato, quien sabe por qué. Lo malo, lo peor de todo, es que me gusta demasiado su sonrisa, quizá porque tengo una imagen en mi memoria la cual traigo a mí una y otra vez… Recuerdo la primera vez que nos besamos, fue increíble, no podía haber existido más química en un beso, y nos pasábamos las horas muertas mirándonos a los ojos, con nuestras caras a una distancia tan escasa que incluso podía respirar el aire que exhalaba; y justo en ese momento, aparece su sonrisa, tan cerca que me provoca un escalofrío por la espalda, y esa sonrisa, a pesar de llevar viéndola años y años, de pronto se convierte en algo solamente mío, en algo tangible, que puedo sentir en cada latido de mi corazón. Resulta extraño que esa imagen navegue sin rumbo fijo dentro de mi memoria, sin encontrar donde anclar, a la deriva, en un mar de recuerdos que no acaban de hundirse; y hoy, al ver de nuevo su sonrisa (esta vez no tan cerca) me ha dado por recordar aquellos momentos en los que la magia estaba simplemente viva. Hoy su sonrisa era la misma, pero su mirada no, y por mucho que intente buscar y buscar algo, no encuentro nada en esa profundidad escasa. Sé que está lleno de buenas intenciones, pero no existe razón para seguir sintiendo, esta vez no, y que ahora esté a punto de desaparecer de mi vida sé que es una gran (des)ventaja para mí, quien sabe si eso de que “ojos que no ven, corazón que no siente” es cierto…
A escasos días de un “fin de temporada”, me pregunto si ha valido la pena pasar tanto por tan poco, y ante la duda, sólo tengo que recordar esa imagen que va y viene, y entonces me doy cuenta de que no hay nada que cuestionar, ni nada que borrar, ni nada de lo que arrepentirse, simplemente hay una sombra de la magia que se produjo, en un lugar demasiado gris como para adivinar a estas alturas de qué color fue cuando el sol radiante la bañaba con su luz.

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