martes, 5 de octubre de 2010

Momentos.

Es curioso como, a pesar de un día a día común, cada persona vivimos en un mundo diferente… Realmente, me pregunto, si será por eso por lo que a veces la sensación de soledad es tan grande… Estamos hartos de juntarnos y dejarnos, de conocernos o de ignorarnos, de romper relaciones o amistades, de empezar otras nuevas, de compartir cosas, de coincidir en lugares, de mantener conversaciones, de emparejarnos y desemparejarnos con total facilidad, de crear y estrechar lazos con nuestros iguales… sin embargo… a todos nos pasa en algún momento que parece que todas esas cosas en común con el resto de personas, no existe. Somos únicos, nuestra capacidad para pensar o sentir también lo es, y nuestra forma de ver las cosas o de imaginar otras es simplemente intransferible. Quizá sea esa la base de tantos problemas de relaciones personales, porque no es fácil hacerle ver a alguien algo que sólo ves tú… No hay que ir más lejos, simplemente preguntarse cuándo has intentado argumentar algo en lo que has creído firmemente, y alguien te da otro punto de vista que ni siquiera se te había pasado por la cabeza… o la forma tan diferente de reaccionar ante una misma situación… Eso es lo que nos hace grandes o pequeños, a mi entender, como personas…
Y claro, en cada situación compartida, cada uno asume un rol diferente, y eso también provoca que las visiones de las cosas cambien de unos a otros… No es lo mismo ser el vencedor que el vencido, aunque ambos hayan vivido la misma batalla, y hoy estaba claro que no era lo mismo, yo a los pies de la cama sin parar de hacer y deshacer, y el pobre que no entendía nada de lo que pasaba a su alrededor… Y yo me pregunto… Qué se le puede decir a un paciente cuando te mira a los ojos y te dice… creo que no ha ido bien, hay algo que no funciona… Y yo le respondo que no se preocupe, que es normal que tenga dolor, que se sienta extraño, que le cueste respirar… es lógico, le acaban de operar del corazón, lleva muchas horas en quirófano y ha estado intubado, con la extracorpórea, abierto en canal sobre una mesa fría mientras un grupo de totales desconocidos trasteaban dentro de su cavidad torácica. Pero él sigue sin estar convencido… Me mira y con la mirada me dice muchas cosas, que no está bien, que algo está fallando… La verdad es que no me gusta mucho la pinta que tiene, no quiero ser alarmista, pero no me gusta; demasiado inestable, un dolor incapaz de controlar con todo lo habido y por haber, una palidez marcada… en fin, creo que el miedo ha podido con él, con toda la razón del mundo, yo también lo tendría. Y seguir viendo revolotear a su alrededor un interminable desfile de personas con batas blancas comentando en voz baja, hablando en un lenguaje difícil de descifrar para él, no me extraña que haya sido presa del pánico… Está claro que en esa representación, las visiones de unos y otros eran diferentes, como lo serán así los recuerdos de un mismo momento; para mí, un paciente más, quizá lo recuerde por el trabajo que me ha llegado a dar, o por los nervios que me ha hecho pasar, pero ya está, nada más que eso, y caerá en el olvido porque vendrán otros más cada día… Es así, la vida no hace nada para que yo recuerde ese momento, pero a él le ha dejado una cicatriz enorme en el tórax que le recordará este día el resto de su vida.

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