sábado, 2 de octubre de 2010

París mon amour... El regreso (Haciendo memoria...).

Vuelvo a recordar tiempos pasados, hará ahora aproximadamente un año... Esta vez el destino fue París! Después de atrasarlo varias veces, al final decidimos que ya era hora... Y ¿qué escribí al regreso? Poca cosa, una reflexión con escaso contenido del viaje, tan sólo algunas impresiones y, como no, más cosas en qué pensar...

Hoy me pongo a escribir y simplemente no sé de qué hablar… Acabo de volver de unos días en los que he podido desconectar de todo mi mundo, he podido olvidarme de mi día a día, del no saber dónde voy a estar cada mañana, de sobrevivir en la jungla hospitalaria, de ver como unos y otros luchan por hacerse un hueco o simplemente cómo es la vida en realidad, con sus cosas buenas y sus cosas malas, con pequeñas recuperaciones o grandes desgracias… Ese es mi mundo, y me guste o no, lo he escogido yo. El estar ahí en según qué momentos, el vivir la “desgracia ajena” tan cerca que a veces duele, el ver a la gente en el peor de sus momentos… sí, eso es lo que he escogido yo, pero no otras muchas cosas que me encuentro todos los días, la prepotencia, el orgullo, la falta de empatía… Tantas cosas que deberían formar parte de ese mundo de forma innata y no echarse en falta tantas veces…
Y sí, hoy acabo de volver a este mundo, extraño muchas veces, por lo nuevo, otras simplemente rutinario, y ya casi se me ha olvidado la semana vivida en la ciudad de la luz.
Es simplemente mágico caminar por las calles, cruzarte con la gente con ese aire bohemio, tan diferente… somos igualmente personas, pero incluso nuestra apariencia nos viene dada según el trocito de tierra en el que hayamos ido a parar. Y he vuelto renovada, contenta, después de mil risas y mil conversaciones con tantísimo sentido; he vuelto planteándome nuevas cosas… quien sabe qué pasará, lo único que sé es que necesitaba todos estos cambios. Para bien o para mal, hay personas que siguen estando ahí, que no terminan de desaparecer nunca por mucho que te empeñes, y da igual donde estés, o que hayas cogido un avión y te hayas ido a casi mil kilómetros, porque los lazos de unión parecen apretar más fuerte en las grandes distancias.

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