viernes, 5 de noviembre de 2010

Amanecer.

A las siete y media de la mañana, el mar parece un fantasma de ojos azules que te mira y te estudia con la minuciosidad y la precisión de un relojero, y parece adivinar cada movimiento próximo, o entablar un lenguaje nuevo con el vaivén de las olas, donde cada una trae un nuevo mensaje por descubrir… Y es que con ese casi amanecer, el tono de azules brilla de forma especial, y las luces del nuevo día parecen filtrarse por cada una de las gotas de agua que lo forman y así regala una visión mágica. El mar a esas horas me recuerda a un ser desconfiado pero seguro de sí mismo, que se acerca y se aleja a su antojo, que apenas depara en mi pequeñez, porque soy pequeña, diminuta ante tal espectáculo, y a pesar de ser una día laborable y esa imagen vaya acompañada de todo el sueño del mundo, cojo mi coche y me voy a trabajar con otros aires, quizá aires salados de brisa marina y tonos azulados, aires renovados, donde las viejas corrientes siguen ocultas en el fondo de mi mar.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias! Me alegro de que te haya gustado. El mar es increíble, pero a esas horas... totalmente hipnótico :)
    Un saludo!

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