domingo, 7 de noviembre de 2010

Tictac... tictac...

El tictac de un reloj siempre acaba poniéndome nerviosa, me rompe el silencio recordándome que los segundos se escapan a una velocidad incontrolable, como hojas que caen y se pierden con el viento, como arena entre los dedos, los segundos vuelan, haciendo muecas burlonas por conseguir escaparse, y se alejan a su ritmo, sin prisas, moviéndose de un lado a otro como si bailaran. Y el silencio se rompe con su música, con el movimiento de las agujas del reloj, donde cada sacudida dibuja una pérdida de tiempo. Y nos empeñamos tantas veces en volver atrás, con la memoria, con los recuerdos, a veces provocando situaciones que nos devuelvan sensaciones pasadas sin ser conscientes de que esos segundos ya no existen, se han caído por un precipicio lejano y no saben escalar. Tal vez por eso sea que me pone nerviosa escuchar el tictac, porque una parte de mí quisiera ser capaz de volver atrás en el tiempo, incluso de detenerlo, porque hay momentos que no me importaría estar reviviendo una y otra vez…

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