jueves, 4 de noviembre de 2010

Sangre.

Qué se puede hacer cuando cualquier intento es vano, cuando no se consigue el objetivo por mucho empeño que pongas… Y es que a primera hora, nada más llegar, ya se preveía el desastre. Si ya lo digo yo siempre… cuando ves demasiado revuelo de batas blancas acumulándose al lado de una cama, algo pasa, y hoy había demasiada gente en ese box minúsculo, y se notaban los nervios, se escuchaban teorías, posibles soluciones, y las manos volaban de un lado a otro, todo era como un caos organizado que parece devastador.
Y no sé si ha sido por un ataque de curiosidad o de pura profesionalidad, que he dejado el bolso sin apenas mirar y he ido hacia la acción. Me gustan estas situaciones, el estrés, trabajar bajo esa presión, donde cualquier cosa puede ocurrir y tienes que correr, echar mano de lo que haya alrededor, tomar decisiones, priorizar… esa parte de mi trabajo es adictiva, la necesito siempre en pequeñas dosis. Pero hoy era mucho más que eso; al acercarme, intentando escuchar peticiones de mis compañeros y de paso ayudar en algo, me he topado con él. No era muy mayor, posiblemente alrededor de los cincuenta, y su cara era un amasijo rojo, y las sábanas parecían sacadas de una película de terror. Y es que ya se sabe, que la sangre es muy escandalosa, aunque en este caso, el escándalo estaba asegurado. Las teorías… una posible hipertensión portal, quien sabe si con algún componente cirrótico sin antecedentes, el caso es que provoca una hemorragia digestiva alta imposible de controlar… Y cae la tensión, el hematocrito por los suelos, no remonta a pesar de… ¿cuántas bolsas de sangre le han pasado ya? Ni lo recuerdo… Y ahora una placa, y medicación, y colocar la Sengstaken, y ni aún así se cortaba la hemorragia… Ha sido apoteósico, aquello parecía una obra macabra en el que, sin ensayar, cada uno hacía su papel, mezclándose con los demás como siguiendo un guión, y la lucha ha sido mano a mano, esta vez todos teníamos algo que hacer, sin discusión, si apenas tener que decirnos nada, unos intentado mantener las vías, poner la medicación, aumentar dosis, controlar el estado hemodinámico, otros liberando un hemoneumotórax a tensión, y entre todo este caos… la sangre, que no paraba de salir como una fuente, parece increíble… El final ya estaba más que anunciado, porque hoy ha sido uno de esos días en los que cualquier lucha es una derrota segura, cuando el adversario es tan difícil de ganar que aunque pongas todo tu empeño, ves de antemano que no hay nada que hacer. Y es que la muerte es así, cuando envía a uno de sus lacayos, no hay maniobras que valgan, ni actuaciones, ni siquiera esperanza, y es así, tan duro como llevarse a alguien de esa manera. Hoy ha sido más peliculero que nunca, y eso que he visto muchas cosas a lo largo de mi vida hospitalaria, pero hoy no sabría definir la escena… Sólo quisiera tener la capacidad de sentarme y escribirlo, pero después de leer esto, me doy cuenta de que hay imágenes que a veces no se pueden describir con palabras. Por suerte, a pesar de que estas vivencias me suelen dejar hecha polvo, he aprendido a encontrar el límite, que a veces cuesta, y ser capaz de dejar la tristeza, la sangre y la impotencia en la unidad justo cuando salgo, es lo más reconfortante en días tan duros como el de hoy.

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