jueves, 18 de noviembre de 2010

El mejor beso del mundo.

Aquella tarde había salido el sol como casi todas las tardes que ya van rozando una primavera próxima, y su calor me había traído nuevamente ganas de ver tu cara junto a la mía, pasear a tu lado por cualquier sitio, e incluso perderme mientras perdía yo misma la noción del tiempo.
Y fue esa tarde cuando nos sentamos en un lugar cualquiera y me mirabas de  vez en cuando, o bajabas la mirada si te miraba yo; y empezamos a hablar de cualquier cosa, sabiendo que la conversación sólo tenía un destino posible que a ambos nos daba miedo alcanzar. Y poco a poco fue fluyendo la magia, colándose por los pequeños rincones que dejaban las palabras, y me dijiste que habías visto algo en mí, que te daba vergüenza decírmelo pero que no podías ocultarlo más, y yo te miré haciéndome la extrañada y sonriendo por dentro, ya lo sé, pero permíteme poner esta cara de sorpresa y de no saber qué decir, mientras en mi cabeza no paran de sonar canciones y las palabras se amontonan en mis labios queriendo salir a borbotones; entonces tú no bajaste la mirada más y yo sostuve la mía, y tu mano se acercó a mi mano de forma tímida, con el miedo al rechazo, y mi piel tembló cuando me rozaste y sólo quise detener el tiempo.
La tarde siguió siendo mágica, con esas miradas que no necesitan palabras, con roces de manos o sonrisas que se escapan mientras caminábamos por el mundo sin rumbo fijo y sin importarnos nada más que estar sintiéndonos tan cerca. Y la despedida llegó, y mientras me llevabas a casa, sólo había silencio y dos manos cogidas, que de vez en cuando daban algún apretón extra produciendo oleadas de sensaciones recorriéndome la columna.
Paraste el coche frente a mi portal y me miraste, hacía demasiado tiempo que no nos decíamos nada, y ya había anochecido y las calles estaban desiertas. Miré el reloj y me pareció demasiado tarde, pero me dio igual, entonces esperé que te movieras, que dijeras algo, pero sólo logré a ver la quietud de tu voz y de tu cuerpo junto al mío. Entonces me acerqué y te besé, sin pensar, y te pilló tan de improvisto que tardaste unos segundos en reaccionar y abrazarme, y el beso se convirtió en un momento, y ese momento en una noche, y esa noche en una vida, y esa vida en un recuerdo, porque sin duda, resultó ser el mejor beso del mundo.

3 comentarios:

  1. Precioso!! Hay momentos que no s eolvidan nunca... Y besos que se quedan para siempre en nuestros labios.

    ResponderEliminar
  2. Gracias! Sí que es verdad, hay momentos y besos que se guardan siempre en el corazón.
    Un saludo!

    ResponderEliminar
  3. Y otros besos que tambien se guardarán...

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...