viernes, 17 de diciembre de 2010

Brote hospitalario.

Soy una llorona, sí, lo soy, qué le voy a hacer, lloro por muchas cosas, todo me emociona, y cualquier sentimiento se traduce en un nudo en mi garganta que acaba por desembocar en un llanto, ligero o no, silencioso, escandaloso, tímido, de felicidad, de impotencia, de rabia, de tristeza… Y cuando lloro, busco la soledad, porque a pesar de todo no me gusta que me vean en ese estado de vulnerabilidad total… Hoy no he podido esconderme, no había lugar que me diera cobijo durante el breve espacio de tiempo que me ha podido la impotencia, y no he podido evitar llorar, no podía contener mis lágrimas ni esconderme en una sonrisa falsa, pero lo necesitaba, necesitaba llorar y deshacer ese nudo que me dejaba sin aire.
Un día cualquiera puedes acabar así allí, haciendo un “brote” (como nosotras lo llamamos), porque el trabajo te supera, y sientes exigencias por parte de todos, de los pacientes, de los médicos, de los compañeros, y ves que no das más de ti misma… Hoy he llorado por el mal funcionamiento, por el sistema, por la burocracia, por el mal trato de los pacientes, por el despotismo de algunos médicos, por no poder cumplir los horarios establecidos y por mí misma, he llorado por no ser capaz de no llorar, por sentirme tan débil cuando sé lo que hay que hacer en esos casos, cerrar los ojos, contar hasta diez (o hasta cien…), ponerme la sonrisa y salir al pasillo con mi mejor cara, como si todo funcionara correctamente. No se puede abarcar tanto sin perder la cabeza por el camino…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...