martes, 21 de diciembre de 2010

¿Alegrarme o lamentarme?

Hoy me he sentido avergonzada, ha sido una sensación desagradable, de esas incómodas, que no sabes dónde meterte, lo peor es que era algo mío, ajeno al resto del mundo, ha sido una de esas “vergüenzas” internas, que sólo conozco yo y que nadie más percibe, sólo yo con mis miedos, con mis historias… Y es que a veces no sé qué es lo que tengo que hacer o cómo sentirme, si alegrarme o lamentarme, porque lo mío no es tan malo si lo comparo con tantas historias, pero es mío, mi problema, eso no lo arregla la peor de las desgracias ajenas.
Y hoy, mi crisis de vergüenza ha sido en uno de esos momentos en los que tienes un paciente delante y tienes algo que hacer, estaba en triage de urgencias y una señora en la camilla esperando a que le sacara analítica y le hiciera un ECG. Todo iba bien hasta que se ha puesto a hablar, ha empezado contándome cosas de sus molestias, de sus hijos, bueno, lo típico en estos casos, pero en cuestión de segundos, no sé cómo, la conversación estaba totalmente centrada en ella… Ella se llama Sonia, tiene pocos años más que yo, y es su nuera; hace poco le han dado la noticia a la familia y todo se ha venido abajo… El cáncer ya está demasiado extendido, metástasis en varios puntos, la situación es delicada y, a pesar de ponerse en tratamiento con quimio y radio, es posible que las cosas no vayan bien…
Poco a poco me he sentido abducida por la historia, conmovida al verla llorar mientras pensaba en lo afortunada que soy al haber cogido a tiempo lo mío y poder estar tranquila de que sea algo potencialmente solucionable, algo que me dará mis males de cabeza pero que podré simplemente olvidar de aquí a un tiempo (eso espero), y lo pienso y me parece mentira pero es así. Afortunada por tener una lesión donde debería haber un grupo de células sanas, afortunada por pertenecer a ese porcentaje de la población que sufre una dolencia sin cumplir con los factores de riesgo propios de dicho mal, afortunada por tener que enfrentarme en breve a este mal trago, y afortunada porque los problemas que pueden venir después puede que no sean tan malos…
No sé si lo soy, si he tenido mucha o muy mala suerte, va a ser verdad eso de que todo depende del cristal con que se mira…
Quizá si hubiera sido con Sonia con quien hubiera hablado hoy me hubiera dicho… qué suerte la tuya, y no podría haber expresado nada más, porque es cierto, he tenido suerte, y no la fatalidad de un caso como el suyo… ¿qué nos diferencia a las dos? ¿Por qué la vida nos pone estas piedras en el camino? ¿Por qué su piedra es mayor? Quien sabe… Esta vez, y seguramente sólo por hoy, deje de lamentarme y me alegre, quizá sea la primera vez que respire tranquila, al final de todo va a ser un alivio todo esto, un simple mal trago que pasará en un suspiro por mi garganta y, con un poco más de buena suerte, pueda quedarse siempre en el olvido.

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