jueves, 7 de abril de 2011

Otro adiós que no es más que un hasta luego.

El aire que me rodea, que me envuelve, que penetra en mis pulmones con cada bocanada de vida que le otorgo a mi cuerpo, ese aire denso de color lejanía, de sabor agridulce, sigue oliendo a despedida. Me despido de ti desde este territorio con tintes obscenos que dibujan nuestros cuerpos entre las sábanas de mi cama, me persiguen de noche tus caricias y me imagino aún entre tus brazos a pesar de saber que es la gran mentira de siempre…
No existen más razones, sólo despedidas, que pesan y se adhieren a la piel como sanguijuelas, y me chupan la sangre a escondidas, dejándome aturdida después de cada encuentro… Quiero seguir abrazándote y recorriéndote despacio, hundiéndome, ahogándome en ese olor tuyo que me traspasa, se me cuela en cada rincón, me produce vértigos, me hace caer a mil por hora por un precipicio donde el final no es más que eso, otra despedida sabiendo que no lo es… Me dices que seremos amigos algún día y yo no sé si creerte, porque sigo imaginando en cierta medida que aún habitas en mí de forma perenne, y no quedan opciones ni motivos, tan sólo otra despedida. Quien sabe si esta vez lo sea de veras, porque me he molestado en recordarte que quedan pocos días para un supuesto aniversario que tampoco es real, y hemos bromeado entre silencios incómodos, parece mentira, tanto tiempo ya…
Despedida, eso es lo único que queda, la última despedida, el último encuentro entre mis sábanas, un día más para tocar el cielo mientras siento que no eres tú, que te alejas tan rápido que he pedido la noción de la distancia y el tiempo no es más que un enemigo que te ahuyenta más de mí. Te quiero sin quererte, porque sé que no hay entre nosotros ya nada, sólo esta despedida que sí, tal vez sea la real, la última, la despedida exacta, la perfecta, la que no necesita que fluyan otras más tras ella… Despídete de mis noches, de mi luna, despídete de ese momento en el que mirarnos es lo único, en el que tú y yo no existimos, y Wendy y Peter Pan permanecen unidos en una página del cuento imposible de pasar. Te pierdo con la despedida, lo sé, te dejo volar mientras siento que te alejas apenas sin mirar atrás, y me pregunto si volverás, más como un ritual que otra cosa, porque siempre lo hago… Y es que siempre vuelves, siempre… Y tal vez cuando exista otro regreso yo ya no esté ahí, o tal vez sí, pero no con el corazón abierto de par en par.

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