sábado, 1 de enero de 2011

Empezar el año trabajando y así...

Ilusa de mí, que pensaba que hoy, por ser el primer día del año, tendría una mañana tranquila en el hospital. Ya me ha costado levantarme, y eso que no tuve los excesos típicos de Nochevieja, me fui a dormir más tarde de lo normal, eso sí, pero sobria y con un número de horas razonable por delante.
Por la mañana todo eran restos de festividad por las calles, y mucho frío, los cristales del coche entelados de la humedad y yo muerta de sueño conduciendo hacia una mañana de locos.
Me había hecho mis propias conclusiones, y pensaba que la unidad estaría calmada, total, en estas fechas no hay apenas quirófanos, sólo las urgencias, y es posible que estemos tranquilos y podamos pasar un día entre compañeros y celebrando el año nuevo juntos, ya que nos ha tocado estar allí un día tan especial como el primero del año. Pero al llegar, todo lo contrario, la unidad abarrotada, y la calidad de los pacientes, pésima… Sólo llegar ya he recibido la primera del día, y es que en ese momento me ha dado igual que el pobre hombre tuviera Alzheimer, que hubiera pasado mala noche o que estuviera desorientado, porque la patada que me ha dado en el pecho casi me tira al suelo, y ya he estado dolorida toda la mañana, si es que hay cosas que no se pagan con dinero y estos momentos, por suerte escasos aunque presentes, sólo despiertan ganas de coger tu bolso y largarte a tu casa… Menos mal que los compañeros estamos ahí para cualquier cosa y entre todos hemos podido calmarlo y bueno, aparte de regañinas varias por la agresión, también se ha llevado unos miligramos de propofol, que por suerte ha sido suficiente en ese momento.
He pensado… vaya día uno… y lo peor estaba por llegar.
La carga emocional del día ha sido más dura que la propia patada, y es que he llevado a una chica justo de mi edad (cosa que ya de base me altera), gestante de 28 semanas e ingresada en críticos por una cetoacidosis diabética. Laura estaba muy angustiada, me cogía fuerte de la mano cada vez que entraba al box, y ha empezado la mañana más o menos bien hasta que han comenzado las contracciones; a partir de ese momento, aquello se ha convertido en un desfile de anestesistas, ginecólogos, otros compañeros de la unidad, la comadrona con la monitorización fetal y yo misma sin poder dejar de estar con ella, pues la angustia me traspasaba y no había más consuelo que estar a su lado y cogerla de la mano; como excepción he llamado a su marido y lo he dejado entrar, allí no pueden estar las familias, pero me ha podido verla llorar. La mañana ha ido transcurriendo a base de contracciones, medicaciones para parar el proceso, visitas continuas, hasta que se ha decidido cesárea urgente tras una serie de bradicardias del pequeño Marc, que debería haberse quedado unas cuantas semanas más dentro de su madre pero que no ha tenido más remedio que venir a este mundo esta mañana y a trompicones.
Por suerte, la cosa ha ido bien, y Laura ha vuelto a la unidad a última hora, la pobre no ha podido ni ver a su hijo, que se lo han llevado rápido a la unidad de neonatos.
Hoy me he preguntado por qué pasan estas cosas, por qué es tan complicado a veces que las cosas salgan bien, y aunque esta historia tiene posibilidades de salir adelante sin demasiadas complicaciones, otras veces no ocurre, y sé que a Laura aún le queda mucho por pasar, recuperarse ella misma y después de eso, jornadas interminables en ese edificio hospitalario hasta que pueda llevarse a su pequeño a casa. Que el pequeño Marc luche por salir adelante y que, con su escaso peso y su inmaduración aún consiga ganarle este pulso a la vida que, justo un día tan señalado como hoy, le ha obligado a salir a este mundo cuando aún no le tocaba y a empezar su existencia ya con demasiados riesgos y angustia.
Es la vida… Reconozco que me ha afectado esta historia y me he ido a casa con mal sabor de boca, a ver qué tal va mañana, a ver si esta vez hay suerte y aún ronda por aquí el espíritu navideño y protege al pequeño, quien sabe, ojala algún día se convierta en un gran hombre y el día de hoy sólo en un mal recuerdo para sus padres…
Días como este, después de estar a su lado, de vivir la intensidad y las emociones, de ver que las cosas parecen haber ido bien, de la confianza en mí, de mi papel en estos momentos, sólo puedo decir… me encanta ser enfermera.

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