Cómo cambian las cosas… Cómo un juego se convierte en dañino, sobrepasa los recuerdos, congela emociones, desborda sentimientos y los convierte en la miseria de una indiferencia extraña, fría, gélida, totalmente factible, porque así estamos ahora, así vamos teniendo encuentros fugaces sin razón, sin pararnos a pensar a qué estamos jugando, si es posible seguir mareando una historia acabada por el simple placer de estar juntos de vez en cuando. Me marea un poco, me aturde, sé que él ya no está en mi vida, que no volverá para quedarse, que a pesar de que llame a mi ventana de vez en cuando, a pesar de abrirle siempre, Peter Pan hace mucho que ya no es nada mío, no queda ni un triste vínculo, nada… Y la sensación de vacío es extraña, pesa mucho, corroe mientras libera el alma, y deja escapar a pequeñas dosis sueños ajenos, aquellos de los que llevo tanto tiempo sobreviviendo…
Ahora las cosas son distintas, apenas hablamos, nuestros encuentros son como juntar dos imanes, nos entrelazamos, nos hundimos el uno en el otro, nos miramos sin que haya restos de miradas pasadas, nos comemos la vida, no podemos controlarlo, no queremos separarnos, es como una fuerza interior que nos une, me pregunto si serán nuestras almas que aún se llaman a gritos desde algún lugar recóndito, desde donde ya no se pueden oír… Él suele abrazarme con fuerza, poseyendo cada rincón de mi ser, buscando en mi corazón, en cada hueco de mi vida, adentrándose en lo más profundo de mí y dejándome exhausta, ya no hay despedidas, no existen, no quedan motivos para separarse, para dejar que ese momento acabe, y sin embargo siempre se pasa, siempre las agujas del reloj caducan ese encuentro, y después ya no queda nada, sólo mirarnos de forma extraña, apenas sin decirnos nada, no queda ya de qué hablar, se han consumido las palabras, se han perdido en algún lugar, quizá en aquella parte del camino en la que caminábamos juntos, cuando éramos felices, ese lugar que queda tan lejos que apenas puedo verlo aunque fuerce la vista…
Viene y se va, como las olas del mar, dejando un sabor salado en mi boca, o dulce, no lo sé, quizá respire tranquila cuando marcha porque sé que va a volver, quizá siempre voy a esperar pegada al cristal de mi ventana, quizá nunca deje de ser Wendy aunque Peter Pan se haya convertido en un extraño.
Me duelen las manos cuando se separan de su piel, y si embargo, sé que no es mío y me da igual, no lo quiero tener porque ya no es él, sólo quiero jugar a sentir de vez en cuando, sólo quiero recordar que una vez lo quise tanto que el resto del mundo daba igual.
Lo que tengo ahora… sólo retales de un sueño…