domingo, 31 de octubre de 2010

Día de echarte de menos.

A pesar de sentirme ya casi en plena forma emocional, aún hay momentos, pequeños segundos, que apareces en mi memoria de forma fugaz, casi siempre en esos momentos en los que todo me desborda, en los que me siento sola, en esos momentos en los que quisiera mirar a un lado y verte ahí, y que me cogieras de la mano y me dijeras que todo va a ir bien. Pero no estás, y también acude a mí en forma de oleadas fugaces la tristeza, por no tenerte cerca, por no poder siquiera ya ni hablar, y es mejor así aunque esté triste y te eche de menos en las noches frías, y recuerdo que abrazarte era dejar a un lado mis cargas y poder descansar. Pero en este tiempo ya no has vuelto más, a pesar de que aún albergaba alguna esperanza de verte aparecer de nuevo, quien sabe si con una disculpa o con una flor, o con un sentimiento nuevo, o con algo más que ofrecer que un simple vuelo a tu mundo infantil. Pero no has vuelto, ni tú ni ese aire despreocupado, ni tan solo tu sonrisa, que ya empieza a borrarse de mi recuerdo aunque permanezca en nuestras fotos juntos, y las miro de vez en cuando y veo la luz de tus ojos al mirarme, tu mano acariciándome el pelo, y tu sonrisa limpia a dos centímetros de mí.
Y siento la melancolía de no tenerte ahora, que es cuando más te necesito, porque hay días en los que me agotan las rutinas y la gente me desborda, y porque aún no he encontrado otro lugar, aún me voy a dormir con la mochila llena de piedras, y soy incapaz de ponerme a buscarlo, pero sé que necesito encontrarlo de una vez… Quizá algún día vuelva a hallar un lugar donde simplemente ser yo misma, liberarme de todo y encontrar la paz, un lugar que no seas tú.

sábado, 30 de octubre de 2010

De los nervios...

Hoy tengo ganas de gritar… Abriría la ventana y gritaría con todas mis fuerzas, aunque me miraran raro, aunque me tacharan de loca… pero es que hoy llevo ya el día cruzado, porque estoy en uno de esos momentos en los que parece que todo sale mal… ¿Será verdad eso que contaban en el libro de “El secreto”? Y es que alomejor soy yo, que sólo hago que enviar mensajes negativos al universo, pero es que hay días que no sale nada más que eso, días como hoy, en los que la incompetencia de los demás consigue sacarme de mis casillas y lo único que quiero es gritar… ¿Tanto cuesta trabajar bien?
(… Sigo liada con arreglos en casa…)

viernes, 29 de octubre de 2010

Aprendiendo.

Hoy he rememorado tiempos pasados, he recordado momentos vividos con estrés y miedos, pero con muchas ganas y emoción, todo gracias a esta mañana, cuando he llegado al hospital y he acabado en el servicio de UCI de cirugía cardíaca y me han asignado el box que me tocaba llevar. Y yo entro como todas las mañanas, ahí donde me pongan, con todas mis ganas y el sueño que arrastro a primera hora, pero siempre contenta y dispuesta a aprender algo nuevo o a tener una mano que coger o una palabra que decir. Y empiezo revisando mi box, los dos pacientes que llevo, las medicaciones, las gráficas del día anterior, y mientras estoy enfrascada en las tareas de la primera hora, escucho una vocecilla a mi espalda que me saluda y me dice que hoy está conmigo.
Y al girarme me encuentro a una chica que me mira, nerviosa, sujetando una libretita entre las manos, la nueva estudiante de prácticas, que lleva sólo tres días en el hospital y que se encuentra como un pez de pecera de repente arrojado a la inmensidad del mar, con agua salada, demasiado espacio y depredadores varios que no dejan de acechar y parecen vigilar continuamente cada movimiento; y en ese instante, mi cabeza hace una ligera regresión para recordarme ese momento en el que yo viví esa situación y me encontré igual, con la sensación de asfixia, los miedos y las ganas que son las que, en el fondo, te hacer seguir adelante y aprender. Y es que esos días en los que empiezas es como un aterrizaje forzoso donde parece que nadie te hace caso, y la jungla hospitalaria te absorbe, te contagia de esa locura mágica en la que acabas aprendiendo en muchas ocasiones a base de golpes, pero que sin embargo, es capaz de mostrarte al mismo tiempo su cara más dulce.
La mañana de hoy, por tanto, ha resultado ser más docente que otra cosa, y he podido disfrutar de volver a repasar trabajos, conceptos, definiciones… y lo mejor de todo, revivir ese momento en el que estás a punto de cumplir un sueño, porque en la ilusión de los ojos de mi estudiante he logrado ver el reflejo de mí misma.

jueves, 28 de octubre de 2010

Urgencias.

Los pasillos y las salas estaban llenos ya a primera hora, y en mitad de la penumbra, de algunos sonidos lejanos de monitores encendidos, demasiadas sillas ocupadas por gente en mala postura, se nota que han dormido mal y las horas se han hecho demasiado largas; horas de espera, agotadoras, camillas duras, sillas incómodas, con un tic tac imaginario que parece clavarse en la piel, y sin apenas noticias, ni buenas ni malas, simplemente desesperar… Y yo llego puntual, como cada mañana, sin saber qué voy a encontrarme, y antes de entrar me quedo un momento en la puerta y observo el panorama, respiro hondo y pienso que el día va a ser de esos en los que no paras, ni entiendes nada, ni siquiera puedes organizarte, porque ya se ve venir el caos. Y en ese momento, lo que menos me preocupa es lo que hay, porque sé que la mañana es larga y aún queda mucho por venir, y ya se respiran las ganas de unos por irse y el sueño de los que acabamos de llegar.
Y no da tregua, no hay un momento de respiro, sólo correr arriba y abajo, esquivando compañeros que corren de un lado a otro, camillas que se amontonan en los pasillos, situaciones desesperantes, faltas de respeto de unos, exigencias de otros, que te llamen “señoritaaaaaa” continuamente y ser incapaz de atender a tal batallón que no hace más que aumentar por segundos… ¿Cómo puede ser que quepa tanta gente en un sitio que se está quedando pequeño? Y es que el hecho de que estén ampliando el servicio de urgencias es alentador, sobretodo en mañanas como hoy, donde la desesperación por llegar a todo es simplemente desbordante… Estoy rendida, pienso, es imposible abarcar tanto, se me amontonan las medicaciones por poner, no quiero retrasar los antibióticos, las vías no funcionan, los pacientes se quejan por la espera, otra analítica que sacar, ahora un electro, llamar a unos y a otros… No puedo más… Y después llegar a casa y no encontrar aparcamiento, un desastre; al final, como última opción, siempre me voy a aparcar a la playa, ahí siempre encuentro algún hueco y, más que eso, el azul del mar enviándome toda la energía positiva en días caóticos como este.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Aprobado, descanso.

Hoy tengo el pelo revuelto, los labios rosas y la sonrisa puesta. Me he levantado de un brinco incluso antes de que sonara el despertador, parece que la energía ha vuelto a mí. Y es que ahora, después de estos días de locura y de nervios, por fin me siento liberada de una gran carga, como si me hubiera desprendido de una mochila llena de piedras, y así, desde esta nueva tesitura, me encuentro con demasiado tiempo libre que hasta me cuesta llenar. ¿Será que me he olvidado con tanto estudiar del placer de no hacer nada? Al menos, la satisfacción de haber aprobado, un pequeño paso en este momento, y un animarme para la próxima convocatoria, que sin duda me tomaré más en serio, quien sabe si pronto veré esta meta conseguida… De momento, relax hasta nueva orden, y me da por cerrar los ojos y escucharme a mí misma, y descubro, complaciente, que mi cuerpo y mi corazón me dicen que es tiempo de ser feliz. Quizá pronto deje de ser Wendy para siempre…

Otra vez la ventana...

No pretendo seguir asomándome a la ventana todos los días… De hecho, he decidido correr hasta las cortinas para evitar la mínima tentación de estirar el cuello de vez en cuando y mirar, aunque sólo sea a través del cristal, por si te da por aparecer otra vez, sobrevolando el cielo en mitad de la noche y deteniéndote en mi balcón. No es mi intención esperar que eso ocurra, porque parece ser que ya está sobrepasada la fecha de caducidad, y sé que no me hablarás más, que a pesar de ser yo la que está dolida, herida, hundida en la miseria, perdida y ahogada en el silencio, esta vez no volverás a hablarme, ni a contarme que te da miedo ser como eres, que en el fondo te asustan demasiado las alturas, que no he sido más que una intrusa en tu vida, y que no puedes volver. Y yo trato de tragar todo esto y se me queda obstruido en la garganta, provocándome hasta asfixia, y miro a mi alrededor y no hay ningún recuerdo de Nunca Jamás, entonces pienso que al final sí que parece que has decidido quedarte allí para siempre. En el fondo sé que lo sabes, que ya se te ha quedado pequeño, que pronto habrás crecido tanto que ya no entrarás en tu traje verde, y los niños de la entrada no te reconocerán, y te quedarás solo y triste volando por los cielos, quien sabe si buscando otras ventanas donde picar, quien sabe si aún recuerdes la mía… No sabría qué decirte si volviera a verte otra vez, si me tendieras la mano y me invitaras a volar… Quizá entonces volvería a sentir esa fuerza de atracción que me invita a cogerte de la mano y dejarme caer en un cielo azul, y sentir el hormigueo que produce volar contigo, tal vez sin destino fijo, quien sabe si se trataría sólo de un paseo rápido para quitarnos la morriña de estar separados, y fantaseo con ese momento una y otra vez, mientras intento mirar incluso a través de las cortinas, pero ni rastro de ti, ni de tu pelo enredado, enmarañado del viento, ya sabes cómo nos despeinábamos al volar juntos, y nos comíamos cada rincón con la mirada, mientras el aire nos revolvía la ropa… Recuerdo con todo detalle el sabor de tu saliva, el olor de tu piel, el tacto de tu pelo, parece que aún puedo sentir la suavidad de tu cara en la yema de mis dedos, el calor que desprende tu cuerpo, y me viene a la cabeza la sensación de tenerte entre mis brazos, de rozarnos la piel, de respirar tu aire… Quien sabe si vuelva a ocurrir todo eso alguna vez…Pero ya no queda nada, esta vez no hay más que cajones vacíos, mil silencios que hacen eco en casa, que mi voz rebota con las paredes y me devuelve tu nombre y tu persona, en cada detalle, en cada rincón, porque estás en cada esquina, recorriendo las paredes, dibujando tu figura entre las sombras, y de pronto encuentro algo tuyo perdido al fondo del armario, o en cualquier rincón olvidado, y sólo pienso en volver a verte. Aparento fuerza, sin embargo, he vuelto a dejar olvidado poner el pestillo a la ventana…

martes, 26 de octubre de 2010

Piedra(s) en el camino.

Tropezar una y otra vez con la misma piedra es algo característico de la condición humana. Y así funciona la secuencia… tropiezas, caes, te levantas, te sacudes el polvo de la caída, avanzas, superas el dolor del golpe y, cuando estás bien, otra vez aparece la misma piedra, y toda la historia se repite, es cíclico, parece que necesitamos pasar por las mismas fases una y otra vez… Y a pesar de conocer el desenlace, volvemos a lo mismo, a caer en la farsa de pensar que esta vez no ocurrirá, que serás capaz de esquivar la piedra del camino, la misma piedra de siempre, piensas que podrás simplemente obviarla y seguir avanzando, ya vendrán otras piedras con las que tropezar… Sin embargo, vuelves a caer, en la misma piedra, y lo peor no es eso, es cuando la piedra tiene nombre y apellidos y se empeña en aparecer una y otra vez…
Esquivando, esquivando, esquivando… y cerrando la ventana…

lunes, 25 de octubre de 2010

Liberando la mente.

A pesar de que ahora parece que se está nublando un poco, de que empiezan a aparecer un conjunto de nubes grises en un cielo que ha amanecido azul y radiante, a pesar de eso, ha sido una mañana fantástica. He podido liberar la mente, despejarme, respirar el aire salado y perder la mirada en el azul brillante del mar. Las olas iban y venían pausadamente en un mar en calma, produciendo ese murmullo relajante que, si cierras los ojos, parece transportarte a algún lugar lejano, y el aroma a salitre, la arena fina, el calor de un sol de mediodía bañando mi cara… No tiene precio… Hoy, después de estas semanas de agobios, de apenas salir, de no tener tiempo libre para mí, de nervios y de estrés, hoy por fin he podido evadirme de ese mundo, salir a pasear por la playa, con un libro en la mano, y caminar descalza por la arena fina mientras pienso… qué afortunada soy de poder vivir al lado del mar.

domingo, 24 de octubre de 2010

Día de oposiciones.

Ya queda poco para arrancar esta hoja del calendario que lleva marcada desde hace tiempo, ya se acaba este día lleno de nervios y de desahogo, de dormir poco y mal, de tráfico de apuntes y exámenes anteriores, de hacer test y preguntarnos unos a otros en el hospital, a veces ya incluso rozamos lo absurdo o incluso nos llegamos hasta a reír de la situación. Y allí hemos ido todos, conscientes o no, algunos animados, otros demasiado nerviosos como para apenas hablar antes de entrar, y el caos de encontrarte con la gente, de buscar tu aula, todo parece una odisea hasta que por fin has conseguido encontrar el sitio exacto que te toca, y tras identificarte, te sientas en un aula enorme y vas viendo pasar el desfile de caras pálidas y nerviosas, todo un espectáculo. Luego toca esperar a que empiece, y cuando lo hace, te aíslas del mundo y sólo te centras en el montón de hojas que tienes ante ti, con demasiadas preguntas, y empiezas una carrera a contrarreloj, donde sólo existen dudas, aunque sean cosas que sabes, porque estos exámenes son expertos en hacerte dudar en cada pregunta… Por suerte, una compañera y amiga me ayudó con un buen trozo de chocolate antes de entrar, he tenido que darle al cerebro un último empujón de glucosa, no pensaba que pudiera necesitarlo tanto!
Y al salir, parece que la energía se ha evaporado y queda sólo ver las caras del resto, por si realmente ha sido demasiado difícil o sólo te lo ha parecido a ti… Y ves a todo el mundo repasando apuntes, comparando respuestas, y yo sólo quiero irme a casa y dormir… Pero es sólo una sensación, porque no he podido evitar pasarme buena parte de la tarde revisando el examen…
Gajes del oficio, supongo. Porque ser enfermera no es sólo hacer una carrera y ya está, por suerte o por desgracia, te tienes que estar preparando siempre, y vivir luchas como esta de hoy, por la que vale la pena luchar, aunque haya pocas posibilidades… Sólo me conformo con aprobar… ¿Habré tenido suerte?

sábado, 23 de octubre de 2010

Otra noche...

Ya no existe, ya se ha ido. Y su lado de la cama permanece frío, las sábanas siguen lisas, sin los dibujos que hacía su cuerpo al moverse, y yo no me atrevo a ocupar ese lugar por si regresa, ni a vaciar sus cajones, por si le da por volver… Y las noches son frías y extraño su cuerpo, el calor que desprende su piel, el olor que quedaba flotando en el aire cuando estábamos juntos, y se me eriza la piel sólo al recordarlo. Lo peor es el silencio, el no escuchar su respiración suave durante la noche, pausada, tranquila, que muestra la relajación absoluta de ese cuerpo que me produce escalofríos; y muchas veces me despertaba en mitad de la noche para, simplemente, observarlo. Su pelo revuelto derramado por la almohada, su expresión dulce, su rictus de sosiego, me daban ganas de acercar mi mano y rozar su piel, tocarle la cara, acercarme mucho y respirar su aire, seguir con la mirada cómo sube y baja el tórax con cada respiración… Y ahora se ha ido, sin más, y echo de menos sus manos sobre mi cuerpo, los abrazos, los besos robados de madrugada, y el vacío que ha dejado es grande y de color gris, como el color de las sábanas del último día que dormimos juntos.
Amanece de nuevo. Parece que he superado otra noche de ausencia…

Estudiar, estudiar, estudiar...

Aún me cuesta levantarme más cuando me toca trabajar el fin de semana, que es bastante habitual. Me levanto como todos los días y funciono igual, pero las calles están mucho más vacías, apenas hay tráfico, y al llegar allí, los habituales pasillos largos del hospital están más oscuros, sin vida, sin gente que camine arriba y abajo, sin ajetreo de batas blancas rondando; y escucho cómo resuenan mis pasos ante tal silencio, y bostezo otra vez, cómo me gustaría haberme podido quedar durmiendo, tengo tanto sueño que no sé si aguantaré hasta que pueda hacer un café rápido antes de empezar la “lucha” del día. Y me cambio con pereza, con movimientos lentos, y en el vestuario nos vamos encontrando ya la gente de siempre, y parece que ya empiezan a surgir las primeras sonrisas del día. Y ya, de camino a la unidad asignada que acabo de descubrir, parece que ya me voy animando y pienso… si en el fondo el fin de semana es cuando mejor se trabaja, y es verdad, es todo mucho más tranquilo, con ese toque de calma. Y hoy ha sido una de esas mañanas que pasan volando, que la compañía es tan buena que apenas te paras a pensar que estás pasando el sábado allí, llena de risas y de compartir historias, y sobretodo nervios. Mañana es el gran día del examen y se respira en el ambiente; sé que no tengo muchas posibilidades, quizá otro año será, pero a pesar de eso, no puedo evitar estar un poco nerviosa, porque estos días son un poco caóticos, y ya tengo ganas de que acabe todo y olvidarme de apuntes, libros y test por un tiempo, estoy saturada de información… Este pequeño lapsus de tiempo me he escapado a escribir y ahora, otra vez, vuelvo a sumergirme en este mar que, sinceramente, ya me está ahogando un poco… ¿Quién quiere ser funcionario?

viernes, 22 de octubre de 2010

No seamos enemigos.

Hoy no tengo mucho tiempo que dedicar a escribir, sólo una pequeña entrada, ya que estoy apurando las últimas horas antes del examen... Sí, ya sé que las posibilidades que tengo son bastante escasas, pero no hay que tirar la toalla nunca, y nunca se sabe, la vida te da sorpresas, incluso quien sabe si alguna de este tipo...
Soy incapaz de estudiar en silencio... Sí, ya sé que soy rara, pero necesito escuchar algo, y casi siempre me pongo música de fondo, parece que me concentro más así...
Hoy dejo la letra de una canción que, simplemente, me encanta, por la música y la letra, porque dice muchas cosas y me siento tan identificada... El cantautor, gran artista para mí... Dani Flaco, te escucho porque siempre acabas emocionándome con letras como esta... Eres un poeta.

Bajo este cielo azabache, mi sombra llora en silencio,
déjame que me emborrache que en olvido me licencio...
Cómo duelen los finales,  cómo hieren los recuerdos,
cuéntame que de algo vale lo que gano si te pierdo...
Deja de jugar conmigo, sé sincera, no te mientas, no te puedo amar a tientas...
No seamos enemigos...
Deambulando por el caos de esta vida que extravío,
se me escapa con el vaho el alma, muerta de frío.
Y mis ojos hoy se enfrentan a estos versos empapados
por dos gotas de tormenta de un futuro caducado.
Deja de jugar conmigo, sé sincera, no te mientas, no te puedo amar a tientas...
No seamos enemigos.

jueves, 21 de octubre de 2010

No soy un Vademecum.

Siempre estoy dispuesta a solventar dudas, siempre que esté en mi mano, respecto a cualquier tema hospitalario, medicamentoso, sintomático, patología común, dígase gripe, resfriado, dolor aquí o allá… pero hay veces que, simplemente pienso… ¿la gente se cree que lo sé todo? Afortunadamente, salgo del paso casi siempre, pero a veces sí que la gente me llega a poner en un aprieto. Si me duele aquí y me tomo esto que le ha ido bien a mi vecina, ¿qué me pasa?, lo puedo hacer ¿verdad?, me ha dicho tu madre que eres enfermera, pues a ver si me puedes traer del hospital… y bueno, si aún me dijeran bien el nombre del fármaco en sí, o de lo que les pasa, aún algo en claro se podría sacar, porque he oído desde “que soy alérgica al azúcar” y me ponen ursulina (insulina), o que “me tengo que tomar la panceta todos los días porque tengo mal el estómago” (dígase pantecta, alias omeprazol), o que si me han mandado el “tigreton” (tegretol), o que si para el dolor me puedo tomar el "colocatil" (gelocatil), o lo mejor  cuando me dicen simplemente ¿para qué son esas pastillitas pequeñas amarillas? Me las han mandado y como no me he enterado en el médico, pues a ver si me lo puedes decir tú… pero… ¿cómo se llaman las pastillas? Pues no sé, ya te estoy diciendo que son pequeñas y amarillas…
En fin… la diversidad del mundo farmacéutico, la jerga hospitalaria, para mí es lo más normal del mundo, pero tengo que reconocer que un porcentaje alto del vocabulario hospitalario es simplemente inutilizable fuera de allí. Porque todo tiene nombres raros, largos, que cuesta pronunciar o retener, porque nos acostumbramos a utilizar una verborrea única que a veces parece otro idioma, por no decir de las siglas, porque hasta cualquier microorganismo tiene un nombre propio con apellidos… Y no nos damos cuenta cuando hablamos con los pacientes y utilizamos toda esta jerga propia que a veces parece todo un enigma por resolver… ¿Carencia de empatía o cuestión de rutina?

Fecha de caducidad.

Quien me iba a decir unos meses atrás que ahora iba a estar enfocando mi vida hacia otro lado… Cuando empezamos, tenía la certeza de que esta vez sí iba a salir bien por fin, todo apuntaba a un éxito asegurado, nunca me había sentido tan plena, tan especial, tan querida, y sin embargo, de la noche a la mañana, todo cambió de repente, sin explicación, sin saber por qué. Cuando no existen los motivos todo es más difícil de llevar, cuando no hay peleas, discusiones, cuando simplemente todo es perfecto y de pronto te das cuenta de que ese estado de perfección era un espejismo.
No sé si era porque hacía demasiado tiempo que vivía en la tierra y no subía al cielo, no sé si era porque no estoy acostumbrada a sentirme una princesa, no lo sé… Pero sí me llegué a sentir en un punto perdido entre el cielo y el suelo, sin saber qué hacer realmente, sin saber si emprender un vuelo improvisado y seguir subiendo o dejarme simplemente caer de nuevo, intuyendo que el golpe sería lo suficientemente duro como para hundirme sin remedio en un subsuelo oscuro y frío. Y me costó seguir adelante, sin saber si dejarme llevar era realmente la mejor opción o si plantearme dudas o preguntas sólo valía para crear pequeñas grietas en algo que se preveía sólido y mágico… Y las dudas iban y venían, porque seguía subiendo tan deprisa que el miedo de romperme las alas era demasiado grande, aunque no cabía en mi cabeza que el cielo pudiera desaparecer así. Y entonces, de pronto, la desolación… El abandono… La sensación de sentirte un juguete o un pasatiempo… Y no puedo entender que alguien sea capaz de romper vínculos de esa manera, como si no importase nada, ni tantos momentos vividos llenos de magia, tantas tardes cogidos de la mano sentados en cualquier sitio, tantas horas muertas de tan solo mirarnos a los ojos... No entiendo cómo puede ser tan fácil para alguien cambiar de un día para otro, amanecer una mañana y decidir tirar por la borda las ilusiones, los pequeños sueños construidos, los planes hechos con ahínco día tras día, minuto a minuto, tantos momentos juntos que ahora parece que no valen nada...
Ahora sólo me queda intentar olvidar, aunque guarde demasiados momentos mágicos y tantas palabras que ahora flotan sobre mí buscando el mejor camino para, simplemente, irse… Olvidar… Eso es lo más difícil, engañar al corazón para que ya no siga sintiendo más, decidir “pasar” una página que recién había empezado y dejar de lado los planes y los castillos en el aire.
Una noche llena de felicidad que trajo un amanecer lleno de tristeza.
Lo peor, en el fondo, es que odio seguir hablando de forma indirecta de Peter Pan, aunque en realidad no se trata de hablar de él, es simplemente que siento la necesidad de expresar el vacío que ha dejado, más que su persona, la sensación de sentirme querida de una manera tan especial. Porque el vacío se llena al exponerlo, se llena de aire limpio, de sonrisas, de recuerdos, se llena de nuevas ilusiones y desencantos, y es preferible mostrarlo porque si se esconde, el vacío siempre permanece ahí, siempre queda dejando un lugar hueco, y las paredes se atrofian, y el espacio inerte se enquista, y simplemente se convierte en una espina que no acaba de liberarse nunca, que se queda clavada en el corazón y te hace ir desangrándote gota a gota hasta que la tristeza es lo único que queda.
Los vacíos, simplemente, dejan de estarlo cuando ves con los ojos del alma y descubres que, en realidad, la felicidad puede estar justo detrás, y que la luz al final del túnel es tan sólo un principio anunciado… Como dice Fito… cerca del final, donde todo empieza… Si es que todo tiene fecha de caducidad, lo queramos o no.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Redecorando sola.

Hoy vuelto a tener lío en casa, esta vez tema de muebles… Hace poco que vivo sola y aún estoy en pleno proceso de adaptación, de hacer del lugar algo mío, darle mi toque, mi color, mi forma… Es cierto que es difícil hacerlo sola, pero a la vez de lo más emocionante, puesto que cada rincón es sólo mío y va a ser un identificativo de mi persona. Pero hoy, en pleno apogeo de subidas y bajadas, de montajes varios, de ponerme otra vez a limpiar cuando acabe el desastre, y a pesar de la satisfacción de ver cómo poco a poco voy construyendo un hogar, me he dado cuenta de la tristeza que me embarga cuando veo todo esto, ya que no hace nada que estábamos juntos escogiendo cada pequeño detalle… Peter Pan estuvo conmigo, escogimos juntos lo que hoy me están trayendo a casa, y sí que es cierto que da un poco de nostalgia, pero es sólo momentáneo, pues la satisfacción que tengo por mí misma es mucho más grande que cualquier momento (pequeñito e inevitable) de debilidad.

¿Bloqueo emocional?

Será porque estoy en plena fase de “desenamoramiento” pero me siento bloqueada. Y es que el desamor duele, te deja chafado, en mi caso me da sueño, apenas tengo ganas de comer, o me da por comer demasiado. A veces me pongo a hacer bizcochos o magdalenas, o a ver pelis de miedo o de llorar. El desamor tiene eso, parece que produce una alteración hormonal, una cascada imposible de frenar que, simplemente, tiene que dejar de fluir por sí misma. Y me bloqueo, me incomunico, me aíslo, es lo que tiene… Supongo que es un estado completamente normal, y aunque con el paso de los días las cosas se van calmando, siempre queda ese pequeño resquicio de dolor que de vez en cuando te recuerda que está ahí, con pequeñas punzadas en el corazón, con recuerdos o con imágenes que van y vienen.
El bloqueo emocional por suerte acaba marchándose tarde o temprano, y sé que pronto podré volver a ser yo misma; es lo bueno de haberme caído tantas veces, que ya me conozco lo suficiente como para saber que, aunque ahora tenga las rodillas peladas de la caída, pronto podré andar nuevamente e incluso correr… ¿en busca de qué? Ni idea… sólo correr con la satisfacción de sentir el aire fresco sobre mi cara y el olor a limpio, porque las relaciones “sucias”, por suerte, siempre quedan atrás.

martes, 19 de octubre de 2010

Cáncer de mama.

Pequeña nota en el día de hoy, día del cáncer de mama. Por ser mujer me solidarizo con aquellas que lo padecen, lo han padecido, y con aquellas que lo padecerán en algún momento de su vida. Porque sé que es duro, porque lo he visto muchas veces, mi trabajo me ha dado la oportunidad de vivir numerosas historias relacionadas con este tema, y sé que el pronóstico es muy favorable con una detección temprana. Y es que la palabra "cáncer" siempre asusta, siempre da lugar a pensar en lo peor, y nada más lejos de la realidad. 
Hoy desde aquí, a pesar de ser una voz a medias, y en mi día a día en el hospital, me uno a la causa, que para mí todos los días son dignos de recordar tal patología y las secuelas que deja en la mujer. Que una mastectomía no implica una pérdida de la feminidad, ni ser una mujer a medias, que el corazón y el alma son los mismos, y que gracias a los avances de la medicina, se puede reconstruir una vida, un pecho y una ilusión por salir adelante.

Esfuerzos que valen la pena.

Hoy tengo día de ajetreo en casa… No hay peor cosa que tengan que venir a hacer arreglos a casa; nada más y nada menos que cambiarme dos puertas… tengo tal jaleo que cuando se vayan los chicos no sé por dónde voy a empezar a limpiar y a ordenarlo todo… En fin, al menos parece que el resultado es bueno, y las puertas están quedando bien. Es lo bueno de estos momentos, como de tantos… cuando algo que supone un esfuerzo acaba dando un buen resultado, y es que por lo menos, cuando todo acaba, puedes decir… ha valido la pena.
Por suerte o por desgracia, con las relaciones no es tan fácil, porque a veces te esfuerzas en conseguir algo y no hay resultados, o sale todo mal, entonces es cuando viene la frustración y preguntarse por qué esto o por qué lo otro… Hoy por hoy, me basta con fijar la vista al frente y dejar de lado los viejos fantasmas, centrarme en las cosas buenas que van pasando, corrigiendo errores, simplificando rutinas, y días como hoy, empeñar todo mi esfuerzo en arreglar este desaguisado que tengo en casa, sin importarme el tener que estar yo aquí sola, y apenas sin pensar en Peter Pan, que ya ha dejado de dar señales de vida desde hace unos días, será que le remuerda demasiado la conciencia, o será que quizá sí es verdad que no le importe nada, no lo sé, ya ni siquiera me interesa saberlo, porque no está aquí conmigo, afrontando mi día a día, y no deja pasar ni uno de mis rayos de luz hacia su persona. Esta vez, como dije, la decepción fue demasiado grande, y aún así, hay momentos en los que lo añoro, será que mi naturaleza de mujer es capaz de quedarse sólo con las cosas buenas y la capacidad de olvidar los chascos esté más presente de lo que yo pensaba. De una forma u otra, da igual, no importa nada, porque a fin de cuentas, en esta soledad estoy encontrando esa parte de mí que es capaz de vivir sin él y que cada vez ocupa un lugar mayor en mi corazón.

lunes, 18 de octubre de 2010

Exitus.

Porque no te acostumbras nunca a según qué cosas… Porque hay momentos en los que decir “lo siento” se convierte en lo único que se puede hacer, aunque no tenga sentido.
La sensación de estar en ese punto, de ser tú quien aprieta un botón, quien a fin de cuentas le pone una hora a ese momento… quien provoca un mar de lágrimas, quien acelera un adiós o hace que un corazón deje de latir…
Es un susurro, un segundo que se convierte en una eternidad, un ver disminuir un amasijo de números, de esperar una línea isoeléctrica en el monitor, y no hay más, nada más que hacer ni que decir, nada que aportar. Mantener el silencio, el respeto, una palabra que no importa, una mirada, un poner la mano en el hombro o simplemente estar ahí…
No puedo evitar vivir intensamente este segundo plano y sentir en mi propia piel cómo se me forma un nudo en el estómago, cómo siento escalofríos o cómo incluso, me invade la tristeza. Es tan difícil decir adiós, asumir que la despedida que lleva días anunciándose está a tan solo unos minutos, es simplemente la vida. Yo decido cuándo y cómo será… Tú misma, me dicen, y es un peso que simplemente me supera…
Y después, tras la despedida, el momento más frío, donde la vida ya no existe y el envoltorio del alma yace sobre la cama, y mi trabajo en ese momento cobra un sentido extraño, porque ya no hay dolor, no hay nada, sólo preparar un cuerpo para presentarlo a la familia. El momento, a pesar de lo crudo, produce en mí el mayor de los respetos.
Y hoy, entre canción y canción, el último viaje, el último trayecto hasta el lugar más desagradable, sin embargo, toda la delicadeza del mundo puesta en cada gesto, en cada palabra… Hoy me quedo con eso, con la complicidad, con la suavidad, con lo dulce de un momento tan áspero, con la buena compañía y el intercambio de sonrisas. Hoy me quedo con eso, y con pensar que a veces es bueno dedicarle un tiempo a pensar en lo que somos…
Porque días como hoy solo necesito cerrar los ojos y dormir, sentir un abrazo que me libere de mi vulnerabilidad y me haga descansar.

domingo, 17 de octubre de 2010

Pequeños mundos por descubrir.

Quiero escribir, es algo que me encanta hacer, casi nunca me cuesta ponerme delante del ordenador y, simplemente, dejar que las palabras fluyan entre mis dedos; muchas veces hay cosas que contar, otras tan sólo cosas que reflexionar, pensamientos, inquietudes… No es de extrañar que mucha gente comparta esta suerte de válvula de escape, pues en mi corta experiencia dentro del blog, y gracias a quien me lee, que espero que el grupo vaya aumentando con el paso del tiempo, siempre tengo ganas de plasmar algo. Y es que la necesidad de escribir, de poder desahogarte en la intimidad, con el único reflejo de uno mismo, sin nada que esconder o que ocultar, sin disfraces, se convierte muchas veces en una necesidad.
Estos días no dispongo de todo el tiempo libre que me gustaría… Estoy a las puertas de un examen que haré sin ninguna expectativa, demasiado que estudiar y muy poco tiempo dedicado a ello, sin embargo, esta recta final intento al menos empaparme de todos los conocimientos posibles, o perfilar definiciones que puedan servirme en el gran día; aún así, sigo buscando pequeños huecos para seguir aquí, y en la aventura de escribir para mí misma, también navego por otros mares, y descubro a cientos de náufragos que me recuerdan en muchas ocasiones a mí misma. Cada uno en un mar diferente, navegando hacia una deriva forzada, con historias propias o inventadas, construyendo pequeños mundos a partir de palabras escritas; y me conmueve la gran creatividad y la profundidad de tantos desconocidos que, al igual que yo, intentan erigir un pequeño universo individual donde la entrada es libre y cada vez puedan instalarse más desconocidos hambrientos de palabras con sentido.

sábado, 16 de octubre de 2010

Realismo, optimismo, pesimismo, nubes y sol.

El vaso... ¿medio lleno o medio vacío…? Depende del día y del tiempo que haga. Normalmente soy de las que ve el vaso a la mitad, quiero decir, ni me decanto por una cosa ni por otra. He aprendido que el realismo es mucho mejor que el optimismo, quizá no te hace vivir tanto en las nubes, pero sí que es cierto que evita caídas inesperadas… Sin ser pesimista, quiero decir que es más fácil ver el vaso medio vacío y llevarte una sorpresa, que no verlo medio lleno y llevarte una desilusión.
Hoy tengo uno de esos días raros, como cuando lleva días sin parar de llover y de pronto al sol le da por asomar, de forma tímida ante tal paisaje gris resentido, pero ahí está, intentando colar sus rayos de luz para hacer ver que, aunque a veces esté tapado, nunca desaparece. Los problemas, los disgustos, todas esas nubes negras, que a veces son pasajeras y otras se empeñan en descargar toda la tormenta, son simplemente eso, nubes que van y vienen, que marcharán con un golpe de aire fresco y que volverán a dejar paso al sol radiante; a veces sólo basta con soplar bien fuerte para hacerlas desaparecer, a veces el golpe de aire fresco está en uno mismo y en nuestra capacidad para afrontar los nubarrones, que a veces parece mucho más de lo que son, y es que las tormentas, totalmente necesarias de vez en cuando (más que nada para valorar al sol y para aprender a saber coger el paraguas cuando toca), son simplemente sucesiones de cosas pasajeras, de páginas que se pasan, de historias que viven o mueren, y que te hacen ver el vaso medio lleno o medio vacío dependiendo de cuántos rayos de sol dejen pasar, al fin y al cabo es solo eso, cuestión de luz y de saber mirar.

jueves, 14 de octubre de 2010

Tiempos.

El paso de las horas, de los días, de las semanas, de los meses, de los años… Cada vez el tiempo pasa más deprisa, no nos damos cuenta de la velocidad con la que desaparece un día tras otro, nos envolvemos en las rutinas, en los problemas, en asuntos pendientes o por resolver, nos centramos en llegar a fin de mes, cada vez más complicado (hablo por experiencia), y no nos paramos a pensar en que se nos va la vida, en que los días que pasan ya están acabados, que no van a volver, que no vamos a recuperar nunca más ese tiempo, que todo lo que dejemos de hacer hoy ya está perdido, todo el tiempo que dediquemos a algo sin valor o sin fundamento es tiempo robado, minutos, horas o días que podríamos estar disfrutando de la vida, de las cosas buenas, de las ventajas que tenemos si nos encontramos bien, si simplemente podemos sentirnos vivos. Porque la vida es eso, un avanzar a una lenta velocidad de la luz, que parece que aún queda mucho por llegar y sin embargo, puede truncarse en cualquier momento. Por mis manos pasan un sinfín de personas con vidas truncadas, que de pronto alteran su rutina para acabar en una cama hospitalaria, con mayor o menor gravedad, de todo me encuentro; hoy he estado en quirófano, un mundo surrealista donde el hecho de abrir en canal a alguien es lo más normal del mundo, y es que no me acabo de acostumbrar a según qué cosas, a ver a la gente en un estado de vulnerabilidad tan brutal, quizá el único lugar donde, realmente, la confianza en otro ser humano es totalmente ciega…

miércoles, 13 de octubre de 2010

Fin de juego.

Hoy la decepción tan grande que me he llevado no se la puedo contar a nadie… No me queda más remedio que llorar yo sola, porque ya no me atrevo a explicarle a nadie que hoy Peter Pan me ha vuelto a dejar hecha polvo, como siempre, y me pasa por ser tan tonta y confiar en él, por pensar que aún existe alguna posibilidad para que funcione, que las cosas vuelvan otra vez a ser como antes, con la perfección de cada momento, con la magia, con la satisfacción de saber que no necesitaba nada más que estar a su lado.
Hoy simplemente corto y cierro, he cruzado la línea tan fina que separa el amor del odio y, aunque no sé en qué punto estoy, sí es verdad que ya no quiero saber nada más, porque ya no puedo más, hoy sí que paso página, cierro el libro definitivamente, hay cosas que no se pueden tolerar…
No sé si seguir estudiando o irme a dormir… más bien lo segundo, porque en mi cabeza ya no cabe nada más por hoy.

martes, 12 de octubre de 2010

Día de UCI.

La inestabilidad hemodinámica conlleva no poderme mover de los pies de la cama. Jugando con la medicación y aún así no consigo que aumente la tensión, que deje de tirar del respirador, es inútil disminuir la solinitrina o aumentar la dobutamina, no sé si debo seguir dando bolus de midazolam, simplemente veo que no soluciono nada con lo que tengo a mano. Y la tensión sigue cayendo… justo a la hora de las visitas, qué mala suerte, pienso, para media hora que pueden estar aquí… pero es que ya prometía que pasaría algo así, ya lleva toda la noche inestable; un infarto, eso me han dicho, y pienso yo, ¿qué hace en la UCI? Pero allí está, a trompicones, sobreviviendo en una lucha constante. Me sobrepasa un poco la presión, las miradas de su familia puestas en cada cosa que hago, en cada alarma que suena, los números se han vuelto locos en el monitor y en el respirador, me faltan manos para silenciar la “orquesta” que se ha iniciado en un momento, y parece que con todo esto casi no he tenido tiempo ni de mirarlo a él. Tumbado en la cama, con sedación insuficiente, las manos cogidas por su mujer y su hija, parece querer volver de donde quiera que esté y abrir los ojos, incluso respirar por él mismo, y no veo otra opción que tener que despedir a la familia, por muy mal que me sepa, pero es un trago que no quiero que pasen tan pronto, sin previo aviso. La mujer me mira y me dice que ya sabe que está mal, que no me preocupe, que haga mi trabajo, que espera fuera a que la vuelva a dejar entrar, y en ese momento voy a buscar a los médicos, me dan pautas nuevas, me dicen que haga cosas que ya he hecho por decisión propia, pero sigue sin funcionar, algo en esa vida está luchando por quedarse o por marcharse de una vez. Los minutos que siguen pasando traen consigo nuevas decisiones, un traslado a otra unidad y un “llegar al corazón” y ver qué está ocurriendo.
El corazón es una maquina perfecta que funciona a una velocidad y una constancia increíble, un mecanismo complejo, minucioso, preciso y exacto que nos permite estar vivos, y sin embargo, cuando falla, todo se va a pique por mucho que lo intentes. A  veces la medicación basta para paliarlo, otras es demasiado tarde, y hoy, después de un inicio de jornada intenso, de hacer todo lo posible por remontar ese corazón, parece ser que no ha servido de mucho.
Otro día más en una unidad con demasiadas malas noticias… Me voy a casa pensando simplemente que esas son las cosas realmente que hay que lamentar, y que soy afortunada sólo por tener un corazón normofuncional, todo lo demás no importa, ni siquiera el sentimiento de soledad desde que Peter Pan se fue, ni siquiera eso, porque incluso el hecho de echarlo de menos pasa a un segundo plano totalmente en días como hoy.

lunes, 11 de octubre de 2010

Cerrado por derribo.

Ya está, se acabaron las posibilidades, ahora todo se reduce a querer o no querer. Querer coger un teléfono y llamar, querer saber cómo van las cosas, querer quedar un día, querer hablar, querer compartir, querer quedarse a dormir en casa… Que él quiera o no quiera ahora mismo no me preocupa, he aprendido a dejarlo todo en manos del destino, si tiene que ser será, y si no, es porque no ha de ocurrir.
Hoy he vivido mi “fin de temporada” con un encuentro casual a la salida, sin ni siquiera haberlo premeditado, simplemente he salido más tarde por complicaciones de última hora en la unidad, y cuando casi voy arrastrando los pies hacia la salida, buscando mi coche en el parking lleno del hospital, una voz a mi espalda, y allí estaba. Peter Pan me ha mirado, me ha sonreído, me ha regalado algo que hace tiempo le pedí, y hemos estado hablando un rato, bajo el sol de mediodía, con la sonrisa en los labios, tanto él como yo. Hoy parecía diferente, como otras veces cuando estaba a punto de volver, con un brillo especial en la mirada, con su expresión más dulce, hoy simplemente parecía otra vez el chico con el que pasé tantos buenos momentos, y parecía que el espíritu de Peter Pan estaba lejos. Pero no es así, sigue sin querer crecer, sin querer volver a poner los pies en el suelo y aceptar que ya tiene una edad como para dejar de ir volando a Nunca Jamás. Y me ha faltado valor para acercarme y darle un abrazo, me ha faltado coraje para decirle que lo sigo echando de menos y que me encantaría que volviera a casa, que sigo esperando que vuelvan a cruzarse los cables y pique a mi puerta, y que se quede a dormir, y que me regale la capacidad de parar el tiempo, porque eso es lo que quisiera hacer cada vez que nos miramos a los ojos.
Despedida cumplida, final de una etapa, quien sabe qué otras cosas vendrán después… Lo único que está claro es que lo vivido me lo llevo y, con su permiso o sin él, lo guardo dentro del cajón del olvido, donde siempre va a permanecer, porque no ha habido un momento, ni un solo segundo, que no me haya hecho sentir la mujer más especial del mundo el tiempo que duró.
Del cielo al suelo… y bajando… Ahora nada importa, sólo estudiar…

domingo, 10 de octubre de 2010

Despedidas.

No sé que me pasa, parece que he perdido un poco este sentido innato de ponerme a escribir y que las cosas salgan solas… Pero es que me siento saturada, demasiados días trabajando del tirón, demasiados madrugones y noches de dormir mal, demasiados cambios y cosas que veo venir sin que pueda evitarlo. Y es que mañana es el último día que el azar puede juntar nuestros caminos, y me da pena que todo esto se acabe de esta manera tan fría; mañana es el último día, la última oportunidad, el último encuentro, si se produce, que seguramente será fugaz, casi provocado por mí, pero sin nada más que una sonrisa perdida en mitad del pasillo o un adiós sin trasfondo…
No me gustan las despedidas, siempre son tristes, siempre dejan momentos que recordar, y no sé porqué pienso esto, ya que ni siquiera mañana vamos a tener una despedida de verdad. Le echo mucho de menos a mi lado, compartiendo mis miedos, intentando construir un futuro, le echo de menos durmiendo a mi lado, cuando su respiración era todo lo que necesitaba oír para poder dormir tranquila y en paz, cuando sólo necesitaba alargar la mano y notar su cuerpo junto al mío, y ahora me doy cuenta de que la cama se me queda demasiado grande, demasiado espacio para mí sola en el sofá, en la cocina, en la ducha… Le echo de menos leyendo en el sofá, cada uno a un lado, rozándonos una mano o un pie, mirándonos de tanto en tanto y evocando una sonrisa… Cuántas cosas he perdido… ¿Tantas? Demasiadas… Y es no puedo evitar echar de menos una caricia o un abrazo en días como hoy, en los que me encuentro en mitad del caos, en los que no sé si estoy, si voy, si sé, si entiendo, si puedo o si sobreviviré… son estos pequeños detalles, las sorpresas insignificantes, las que me devuelven la sonrisa y me recuerdan que, a pesar de no haber ya nada más, siempre habrá algo… Supongo que hay lazos que se crean que sobreviven al tiempo, al espacio y a las circunstancias… Lazos que días como hoy, ato más fuerte.

Desamor.

Wendy está hecha un mar de dudas, sabe lo que es mejor para su estabilidad tanto mental como emocional, pero sigue teniendo demasiados pájaros en la cabeza… Y es que una vez has visitado el País de Nunca Jamás, y has descubierto la magia, es difícil cerrar la ventana sin más y obviar que existe. Pero claro, Wendy es una chica lista, y a pesar de estar “enamorada” (más de la idea del amor que del propio Peter Pan) sabe que hay cosas que no se pueden cambiar. Él ya le ha dejado bien claro que no quiere crecer, que prefiere seguir volando a su antojo, sin enraizarse en ningún lugar, que prefiere jugar a ser un niño, y aunque la quiera mucho, y aunque la esté echando de menos de verdad, no puede simplemente quedarse. Y ella sabe que es verdad… Wendy lo ha intentado todo, se ha enfadado, ha llorado, se ha enrabiado como una niña (también lo es un poco en el fondo), pero nada, ninguna reacción, ningún atisbo de Peter Pan de poner los pies en el suelo… En el fondo, él sabe que no va a poder volar siempre, y que llegará un día en el que ya no podrá volver a Nunca Jamás, pero parece que no le importa… Quien sabe si sigue pensando que Wendy le volverá a abrir la ventana cuando eso ocurra, ni siquiera la propia Wendy lo sabe… tal vez lo haga, tal vez le de un portazo en las narices, quizá simplemente ya no esté esperando…
Dejo de esperar que vuelva, porque no va a volver aunque siempre ha acabado haciéndolo, pero algo me dice que esta vez no será así, y veo pasar un día, otro, otro más… Van pasando demasiado deprisa, las hojas del calendario caen y los meses se llevan los recuerdos… Las historias vividas se alejan y se convierten en meros borrones en la memoria. Hay cosas que cuesta olvidar, otras que luchan por quedarse… Y ahora mismo, estoy a punto de olvidarme de él. Cómo se nota que ya va arreciando el desamor…

sábado, 9 de octubre de 2010

Que no cunda el pánico...

Desde que hice la solicitud para presentarme a la siguiente convocatoria de las oposiciones, me lo he tomado con calma. No he estudiado nada durante estos meses y ahora, con un día concreto marcado en el calendario, parece que los nervios están a flor de piel…
Hoy vuelvo a tirar de viejos apuntes, recordando un día impactante, en una unidad llena de cosas increíbles y de historias terroríficas. La estancia en la unidad de quemados me hizo ver y valorar la suerte de poder contar con una piel íntegra…

Hoy ha vuelto a ser un día gore, como casi todos los de esta semana… En el hospital a veces se ven cosas que parecen surrealistas, como sacadas de cualquier película de Tarantino, y yo que soy particularmente aficionada a este tipo de películas, hoy me parecía estar en una de ellas.
Por suerte, existen numerosos fármacos destinados a conseguir el mejor efecto del mundo… el sueño. Porque no hay nada mejor que poder dormir cuando eres tú quien está tumbado en la camilla… Es curioso cómo simplemente la gente se duerme cuando le administras los fármacos, propofol, midazolam, remifentanilo… es simplemente alucinante como a partir de ese momento, el cuerpo deja de sentir y simplemente la persona desaparece para hundirse en otros mundos de sueño y de a saber qué más cosas… y se pierde todo, la noción del tiempo, porque esa es una cualidad del sueño, la noción de la realidad… el dónde estoy o qué ha pasado… es una de las mejores sensaciones. Y qué más… la eliminación absoluta y radical de cualquier tipo de dolor a pesar de todo lo que se puede llegar a hacer… Hoy ha sido increíble volver a entrar en el quirófano para ver nuevamente el minucioso y curioso trabajo de los cirujanos plásticos; sin palabras con el material, sin palabras con los resultados, sin palabras con la imagen que se me ha quedado grabada en la mente, totalmente como he iniciado el texto… simplemente gore.

viernes, 8 de octubre de 2010

Viejas heridas.

Algunas decepciones simplemente duelen más que otras. Algunas parece que pasan desapercibidas y otras son como volcar alcohol sobre viejas heridas, que parece que vaya a escocer mucho y sin embargo luego te das cuenta de que apenas duele. Las heridas cicatrizan con el tiempo y con mucho empeño, a veces el dolor puede durar mucho tiempo, incluso casi cuando ya están cerradas parece que vuelvan a abrirse si ocurre algo que no debe ocurrir, si vuelve a aparecer el motivo que hirió. Sin embargo, y contra todo pronóstico, el dolor es mínimo, apenas si aparece; escuece un poquito, eso sí, para qué negar lo evidente, pero es que el dolor del recuerdo creo que no acaba de marcharse nunca…
Hoy vuelvo a estar melancólica dentro de mi felicidad, porque no vale la pena esperar y sé que la partida ha terminado y, a pesar de tener algún as bajo la manga, a pesar de no rendirme y seguir jugando hasta el último momento, no ha servido de gran cosa. ¿Decepción por perder? Bueno… podría llamarlo así en su momento, ahora solo se trata de otra pequeña decepción que no dura gran cosa, y que incluso puede traer consigo alguna que otra sonrisa, porque tengo cada momento guardado en la mente y cada carta jugada en esta partida surrealista (desde el principio) forma un grato recuerdo, una de esas cosas que guardo en algún lugar del olvido y, quien sabe, cualquier día puede volver a repetirse.
Esta vez el alcohol no ha hecho gran cosa al caer sobre mis heridas, será porque no son heridas de verdad, ya que nunca han estado ahí.
Las heridas se acaban curando, soy enfermera, sé de qué hablo…

jueves, 7 de octubre de 2010

Posibilidades.

Pequeña reseña del día de hoy, porque no quiero empezar tan pronto a no escribir, pero es que hoy ha sido un día intenso en el trabajo, de esos que sales agotado y te vas con la sensación de no haber hecho nada. Y al salir por la puerta del hospital y ver el reloj, darme cuenta de que me han dado las tantas pasando el parte y de que voy demasiado abrigada para el sol que está cayendo, sólo tengo ganas de llegar a casa y echarme a dormir.
Hoy ha sido una lucha entre la vida y la muerte. Dos pacientes, uno sentenciado ya, una historia demasiado triste… y otro en plena batalla… Yo diría que no hay muchas posibilidades, aunque nunca se sabe, el cuerpo humano es un gran desconocido que a veces decide girar la tortilla, sin más… Ni siquiera las cosas más obvias a veces lo son.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Tan sólo una sonrisa.

Hoy quiero escribir y no me sale nada… Pienso en el día que he tenido, en cuántas cosas voy consiguiendo por mí misma, en si habré desaprovechado una oportunidad, no lo sé, pero hoy, a punto de irme a dormir en breve, me quedo pensativa delante del ordenador y, simplemente, me doy cuenta de que no sé qué escribir. Es como un lapsus mental, un stop, no me salen las palabras, ni siquiera a pesar de que hoy hemos hablado, sí, hoy Peter Pan y yo nos hemos encontrado en mitad del pasillo y hemos mantenido una conversación sin demasiado sentido, el único sentido que ha tenido, para mí, es el simple hecho en sí, ya que hacía demasiado tiempo que no intercambiábamos unas palabras.
Él estaba sonriente, parecía contento de verme, no sé, alomejor siguen siendo imaginaciones mías, quien sabe, porque a veces creo que le gusta darme una de cal y otra de arena, pero sí, ha estado sonriendo casi todo el rato, quien sabe por qué. Lo malo, lo peor de todo, es que me gusta demasiado su sonrisa, quizá porque tengo una imagen en mi memoria la cual traigo a mí una y otra vez… Recuerdo la primera vez que nos besamos, fue increíble, no podía haber existido más química en un beso, y nos pasábamos las horas muertas mirándonos a los ojos, con nuestras caras a una distancia tan escasa que incluso podía respirar el aire que exhalaba; y justo en ese momento, aparece su sonrisa, tan cerca que me provoca un escalofrío por la espalda, y esa sonrisa, a pesar de llevar viéndola años y años, de pronto se convierte en algo solamente mío, en algo tangible, que puedo sentir en cada latido de mi corazón. Resulta extraño que esa imagen navegue sin rumbo fijo dentro de mi memoria, sin encontrar donde anclar, a la deriva, en un mar de recuerdos que no acaban de hundirse; y hoy, al ver de nuevo su sonrisa (esta vez no tan cerca) me ha dado por recordar aquellos momentos en los que la magia estaba simplemente viva. Hoy su sonrisa era la misma, pero su mirada no, y por mucho que intente buscar y buscar algo, no encuentro nada en esa profundidad escasa. Sé que está lleno de buenas intenciones, pero no existe razón para seguir sintiendo, esta vez no, y que ahora esté a punto de desaparecer de mi vida sé que es una gran (des)ventaja para mí, quien sabe si eso de que “ojos que no ven, corazón que no siente” es cierto…
A escasos días de un “fin de temporada”, me pregunto si ha valido la pena pasar tanto por tan poco, y ante la duda, sólo tengo que recordar esa imagen que va y viene, y entonces me doy cuenta de que no hay nada que cuestionar, ni nada que borrar, ni nada de lo que arrepentirse, simplemente hay una sombra de la magia que se produjo, en un lugar demasiado gris como para adivinar a estas alturas de qué color fue cuando el sol radiante la bañaba con su luz.

Razón vs corazón.

Aunque ese sería el estado de perfección absoluta (a mi parecer), es difícil encontrar a veces el punto exacto de fusión entre cerebro y corazón. Es una lucha constante por mantener un equilibrio, sin embargo, siempre uno quiere estar por encima del otro, y entonces… ¿a cuál de ellos hacerle caso?? La pregunta, en sí, no es relevante, simplemente reflexiva, ya que cada uno toma las riendas en el momento que le toca, aunque a veces, la vida misma, te involucra en situaciones emocionalmente al límite en las cuales el corazón simplemente puede más, y puede por encima de todo, de la misma razón, y esta racionalidad se cae a los pies, a pesar de ser, en ese momento, el “ángel bueno” que no para de susurrarte al oído lo que en ese instante no te apetece oír. Lo más curioso de todo, sin embargo, es que el corazón tiene esa capacidad para trastornarlo todo, incluso cuando no hay ningún motivo que la razón pueda explicar, incluso ahí, el corazón desbarata cualquiera de los cinco sentidos, y logra alterar todo lo que la razón lleva una vida construyendo en tan sólo un segundo. ¿Por qué? Me pregunto… ¿qué hay de real? ¿Qué es mejor? Le pregunto a la razón, que siempre me dirá que la cabeza es la fuente de la lógica, y el corazón es simplemente sentir…
A pesar de mil reflexiones o pensamientos, no albergo la idea de un “corazón sin razón” o viceversa, ya que ambos deben coexistir siempre, nunca tiene que haber un vencedor destacado, ya que esto podría suponer una clara derrota.

martes, 5 de octubre de 2010

La montaña rusa de Wendy.

Érase una vez, no hace mucho tiempo, sucedió que un cuento de hadas se hizo realidad… No era algo común que eso ocurriera, ya que los cuentos de hadas habían caído en el olvido y los príncipes azules habían dejado de existir; sin embargo, y contra todo pronóstico, quien sabe si por una alineación estelar, quien sabe si alguien lo pidió a la luna llena, o tan sólo fue cosa del destino, un día, de pronto, simplemente pasó.
Y no fue un cuento cualquiera, no señor, fue uno de esos en los que la princesa necesita ser rescatada, pero no de un castillo, porque estamos en otros tiempos y los castillos ya están pasados de moda, pero sí necesitaba escapar. No había dragones que escupieran fuego, ni una fortaleza imposible de trepar o mil pruebas que superar para alcanzar a la princesa, ya que ésta era simplemente una más en mitad de una sociedad de la cual necesitaba ser liberada a marchas forzadas. Y ¿por qué? Pues porque la princesa estaba triste, tanto que había dejado de creer en el amor, puesto que el miedo a ser feliz era tal, que había construido a su alrededor una muralla particular que la alejaba de cualquier avispado proyecto de príncipe.
Y de pronto, un día, alguien se acercó y cambió su mundo…
Él siempre había pasado desapercibido para ella, al igual que ella para él, simplemente eran dos almas solitarias que no se habían parado a pensar que podían levantar la vista y encontrarse. Hasta que un día, de pronto, sucedió, y él decidió que ya había llegado el momento de coger su moto (el caballo blanco tampoco se lleva ya…) e ir a buscar a la princesa; y sucedió que un día cualquiera de lluvia intensa y de cielo gris, la invitó a dar una vuelta por un parque encantado, que estaba, como no, completamente vacío… ¿a quién se le va a ocurrir salir cayendo semejante aguacero? Y así ocurrió que de pronto algo cambió entre este par de viejos conocidos, y surgió una pequeña chispa que fue creciendo por momentos. La magia surgida aquel día provocó una serie de sucesos des-afortunados que subieron a la princesa a una montaña rusa de idas y venidas, de subidas y bajadas, de risas y llantos, hasta que, de pronto, sin saber si fue por la lluvia o porque había decidido quitarse el disfraz, el príncipe azul empezó a desteñir y a dejarlo todo perdido, tanto que, un tiempo después, decidió coger sus cosas y marcharse, antes de volver loca del todo a la princesa.
Y la pobre chica se quedó con dos palmos de narices al verlo partir, sin entender nada y con el corazón en un puño… Qué extraña es la vida… ¿Y ahora qué hago yo sola, sin príncipe y con el corazón perdido de tinte azul?

En este cuento, la princesa soy yo misma, llamada a partir de aquí Wendy, ya que el príncipe desteñido resultó ser Peter Pan…

Momentos.

Es curioso como, a pesar de un día a día común, cada persona vivimos en un mundo diferente… Realmente, me pregunto, si será por eso por lo que a veces la sensación de soledad es tan grande… Estamos hartos de juntarnos y dejarnos, de conocernos o de ignorarnos, de romper relaciones o amistades, de empezar otras nuevas, de compartir cosas, de coincidir en lugares, de mantener conversaciones, de emparejarnos y desemparejarnos con total facilidad, de crear y estrechar lazos con nuestros iguales… sin embargo… a todos nos pasa en algún momento que parece que todas esas cosas en común con el resto de personas, no existe. Somos únicos, nuestra capacidad para pensar o sentir también lo es, y nuestra forma de ver las cosas o de imaginar otras es simplemente intransferible. Quizá sea esa la base de tantos problemas de relaciones personales, porque no es fácil hacerle ver a alguien algo que sólo ves tú… No hay que ir más lejos, simplemente preguntarse cuándo has intentado argumentar algo en lo que has creído firmemente, y alguien te da otro punto de vista que ni siquiera se te había pasado por la cabeza… o la forma tan diferente de reaccionar ante una misma situación… Eso es lo que nos hace grandes o pequeños, a mi entender, como personas…
Y claro, en cada situación compartida, cada uno asume un rol diferente, y eso también provoca que las visiones de las cosas cambien de unos a otros… No es lo mismo ser el vencedor que el vencido, aunque ambos hayan vivido la misma batalla, y hoy estaba claro que no era lo mismo, yo a los pies de la cama sin parar de hacer y deshacer, y el pobre que no entendía nada de lo que pasaba a su alrededor… Y yo me pregunto… Qué se le puede decir a un paciente cuando te mira a los ojos y te dice… creo que no ha ido bien, hay algo que no funciona… Y yo le respondo que no se preocupe, que es normal que tenga dolor, que se sienta extraño, que le cueste respirar… es lógico, le acaban de operar del corazón, lleva muchas horas en quirófano y ha estado intubado, con la extracorpórea, abierto en canal sobre una mesa fría mientras un grupo de totales desconocidos trasteaban dentro de su cavidad torácica. Pero él sigue sin estar convencido… Me mira y con la mirada me dice muchas cosas, que no está bien, que algo está fallando… La verdad es que no me gusta mucho la pinta que tiene, no quiero ser alarmista, pero no me gusta; demasiado inestable, un dolor incapaz de controlar con todo lo habido y por haber, una palidez marcada… en fin, creo que el miedo ha podido con él, con toda la razón del mundo, yo también lo tendría. Y seguir viendo revolotear a su alrededor un interminable desfile de personas con batas blancas comentando en voz baja, hablando en un lenguaje difícil de descifrar para él, no me extraña que haya sido presa del pánico… Está claro que en esa representación, las visiones de unos y otros eran diferentes, como lo serán así los recuerdos de un mismo momento; para mí, un paciente más, quizá lo recuerde por el trabajo que me ha llegado a dar, o por los nervios que me ha hecho pasar, pero ya está, nada más que eso, y caerá en el olvido porque vendrán otros más cada día… Es así, la vida no hace nada para que yo recuerde ese momento, pero a él le ha dejado una cicatriz enorme en el tórax que le recordará este día el resto de su vida.

lunes, 4 de octubre de 2010

Debilidad.

Hoy he vuelto a caer en la tentación… No puede ser, qué rabia me da ser tan débil… Llevamos separados casi un mes, y a pesar de las circunstancias, no nos hemos apenas visto en estos días, algún cruce fortuito por los pasillos del hospital, pero poca cosa más, casi no hemos hablado, casi no hemos sabido el uno del otro, casi diría que hay bastantes ratos durante el día que ya no pienso en él… pero hoy, sin más, he vuelto a caer en la tentación… y, como tantas otras veces, la respuesta obtenida nada tiene que ver con los castillos en el aire que construyo casi a diario...
Me pregunto qué haría Wendy en estos momentos… soy consciente de lo difícil que le resultó cerrar de golpe la ventana, mientras Peter Pan volaba libremente a su antojo en el exterior, tranquilo, quizá porque sabía que en el fondo Wendy no había puesto el seguro en la ventana, y sólo hacía falta empujar un poquito para volver a entrar. No sé si es porque soy un poco Wendy, o porque él es un poco Peter Pan, pero la historia se repite una y otra vez.
Ahora estamos a punto de acabar con el juego, se reducen casi a cero las posibilidades de vernos, ahora un cambio de turno va a separar nuestros caminos y los encuentros casuales van a estar reducidos a la nada… Quien sabe si esta sea la mejor manera de olvidar, no lo sé, lo malo, lo peor de todo, es que no estoy segura de que quiera olvidar…
Primera y última vez que “¿me enamoro?” de alguien del trabajo… palabra!

Estados de ánimo.

Los estados de ánimo son tan fluctuantes que a veces asusta… De pronto te descubres envuelto en tristeza, de pronto todo cambia y te sientes feliz… Es una sensación difícil de explicar y tremendamente curiosa. Ahora mismo, no sabría definir a ciencia cierta mi estado de ánimo, no sabría ponerle una palabra ni otorgarle un color, no sería capaz de expresarlo verbalmente o con un gesto, simplemente sé que estoy diferente, diferente de otras veces, sin saber cómo ni por qué, algo ha cambiado, y no sé si será bueno o malo, no sé si será mejor o peor, sólo sé que está cambiando algo en mí y que no soy capaz de controlarlo.
La mejor sensación del mundo es, sin duda alguna, sentirse admirado y querido por aquellos que realmente te importan…

domingo, 3 de octubre de 2010

No es otra experiencia hospitalaria.

Recordando un fin de semana lleno de emociones, de vida, de muerte y de lo que viene después… No apto para aprensivos...

Tiempo después y aún recuerdo cada mínimo detalle, cada segundo vivido, cada imagen que parece haberse grabado a fuego en mi memoria… Lo que más cuesta es la mezcla de emociones; por un lado tristeza, morbo, curiosidad… por otro simplemente sentirme fuera de lugar, o enormemente privilegiada por ser capaz de vivirlo todo tan intensamente.
La delgada línea que separa la vida y la muerte es como un hilo que a veces cruzas sin apenas haberlo visto. Es curioso como en un momento se puede cruzar al otro lado, casi sin un adiós, sin sentir nada… El corazón se para y ya está, y si así lo ha decidido, ya no importa cuánto tiempo se emplee para paliarlo, para intentar remontar una vida que ya no quiere vivir. Y seguir haciendo masaje cardiaco hasta que te duelen los brazos, seguir notando cómo suben los niveles de adrenalina, cómo ese momento se convierte en una lucha contra cada segundo que pasa… Es simplemente indescriptible.
Lo peor no es ver cómo se acaba, lo peor es la sensación que te deja después, cuando aceptas la realidad y decides parar, cuando piensas en quien está esperando fuera…
Es curiosa la realidad, lo difícil de esta vida, el “no somos nada” que realmente es lo que somos…
Y pasar de un extremo a otro en tan poco tiempo. Pasar de estar hablando, como si nada, a ver el momento en el que se va, y peor aún, a ver el momento en el que se analizan los porqués.
Aquella sala me dio miedo. El silencio de un domingo a mediodía, en el que no hay nadie más que él y yo. Él haciendo su trabajo y yo envuelta en mil sensaciones… Me dice que me cambie y que lo espere al final del pasillo, eso hago, dejo mi uniforme en la única taquilla abierta que encuentro y me envuelvo en un traje verde. Salgo fuera y me pierdo en mitad del silencio… Sólo lo oigo a él al otro lado de una puerta hablando por teléfono, se está retrasando y yo no puedo quedarme mucho tiempo, pero aguanto la espera observando a mi alrededor… Avanzo unos pasos y me dirijo a la sala del fondo del pasillo. “Autopsias. Sala 1”. Entro despacio e intento mirar y quedarme con todos los detalles. Tres mesas metálicas, frías, vacías de momento, austeridad; un fluorescente a media luz, con ese tintineo típico de las películas de terror… El silencio únicamente roto por un goteo incesante de uno de los grifos al pie de cada mesa metálica. Diversos armarios con contenido grotesco, material quirúrgico y de disección… Uff, pienso, no sé si lo aguantaré, si podré volver a verla en esas circunstancias, pero respiro hondo, me armo de valor y sigo caminando. Me da miedo avanzar mucho, me da miedo invadir ese entorno ajeno… Envuelta en mis pensamientos, aparece él tras de mí, sonríe, está claro que él ya no siente esas cosas, lo que hace el tiempo, pienso… Se acerca y me dice… ¿vamos a buscarla? Vale, vamos, qué más puedo decir…
Nos dirigimos otra vez hacia el primer pasillo, el sonido de nuestros pasos es lo único que hay. Entramos en una pequeña estancia gris, con una enorme camilla metálica con ruedas oxidadas. Enfrente, las neveras. Abrimos e introducimos la camilla, que utilizamos para recoger el cuerpo envuelto en la sábana. Me deja helada la visión, medio rostro asomando, el rictus facial, su cuerpo más frío que el hielo… No pesa lo mismo, pesa el doble, o el triple, o más aún. Cuesta arrastrar la camilla, produce un sonido desagradable. Atamos la sábana con fuerza, no vaya a ser que en el trayecto nos llevemos un susto, y avanzamos despacio en mitad de una conversación superficial que ahora mismo ni recuerdo. Él bromea con la expresión de mi cara, qué esperas, pienso, debe ser todo un poema…
Por fin llegamos, nos enfundamos otra bata amarilla, el gorro, las gafas y los guantes. Yo no espero tocar gran cosa, pero me los pongo también. Al principio no sé si voy a ser capaz de aguantarlo, pero me invaden unas enormes ganas de ver el primer corte.
Y el primero es limpio, rápido, continuo, dibujando una fina línea en el tórax. La grasa empieza a verse tras el corte, de momento no se ve gran cosa más. Él me pregunta que qué tal ha ido la primera impresión. Bien, de momento soportable. Seguimos entonces, y el siguiente corte, más profundo, va a buscar apéndice xifoides. El proceso de separar las primeras capas musculares es elaborado, lento, preciso, no interesa hacer grandes cortes, hay que evitar romper grandes vasos, por la sangre, me dice. Pero es inevitable que sangre… Y, como explicarlo, el olor de la sangre estancada es un olor que nunca se olvida… No quiero entrar en los miles de detalles que podría explicar, simplemente es algo que queda, como una imagen, impregnada en la memoria.
Seguir describiendo el resto sería morboso; simplemente decir que conseguí ver y tocar, comprobar in situ lo maravilloso del cuerpo humano, tan perfecto, con tantos detalles, que simplemente impacta por la precisión.
Verla vivir y verla morir, verla después en aquellas circunstancias… sin duda siempre me quedará en la memoria este recuerdo, como el primer parto que ves, o la primera decisión importante que has de tomar.
Debo decir, que a pesar de lo sucio del procedimiento, a pesar de lavarme las manos hasta llegar a doler, a pesar de todo eso, espero volver a esa sala austera que me ha hecho vivir una gran experiencia.
Me despedí de él dándole las gracias, con las prisas por tener que volver a mi unidad tras la escapada furtiva, casi una hora antes; ya queda poco para plegar, pienso, vaya fin de semana intenso… uff!

Espera... Fuerza... Definiciones...

Soy de hablar las cosas claras, una mujer de carácter, con su genio camuflado en una apariencia más bien dulce, me dice la gente que parezco “buena chica”, que transmito quietud y que sé escuchar… Y es cierto, considero seriamente que si tenemos dos orejas y una boca es porque deberíamos escuchar el doble de lo que hablamos, pero… ¿quien se para a pensar en estas cosas?
Vivimos en un mundo de locos, de andar estresados ya a primera hora, cada vez la sociedad es menos tolerante, más intransigente y egoísta y busca más el beneficio personal, nuestros problemas siempre nos parecen los más importantes, sin embargo, a veces cuesta poco cambiar el chip, basta con mirar hacia atrás… siempre hay gente que está peor…
Este año, para mí, está siendo como una montaña rusa, de subidas y bajadas continuas… Empecé un año rompiendo mi relación conformista, ya que él no supo utilizar las dos orejas y, simplemente, escucharme… Pasé un mal momento que, por suerte, de momento sólo se quedó en un susto, gracias a mi voluntad, a los zumos antioxidantes, a la vitamina C y al astrágalo…

El cuerpo, la estructura física que me mantiene en pie, el conjunto de “carne y huesos” que me viste el alma, no es mío… Mucha gente cree que sí, que su cuerpo le pertenece, pero no es así, simplemente es una envoltura prestada, que aparentemente somos capaces de controlar, pero que sin embargo, toma sus propias decisiones. El cuerpo es simplemente autónomo, miles de células unidas entre sí, decidiendo funcionar cada día porque sí, sin más órdenes que las suyas propias, sin más control que el que ellas ejercen sobre sí mismas… El cuerpo amanece un día iniciando un engranaje perfecto que no se para nunca, y de igual forma, un día puede decidir dejar de funcionar, o estropear alguna de sus piezas, y entonces ya está todo perdido…
Esta semana es especialmente dura para mí simplemente por eso, porque mi cuerpo ha decidido cambiar su rol habitual para alterar algo… Aún no lo entiendo bien, y me desespera el saber que no puedo hacer absolutamente nada para pararlo, simplemente esperar y confiar que los cambios no sean de importancia y que no pase de ahí…
Me quedan unos días de espera todavía…

No tengo más remedio que sentarme a escribir… ¿sobre qué? Tantas cosas tengo en la cabeza últimamente… Tantos miedos, tanta incertidumbre, tantas dudas… no sabría ponerle un nombre, no se me ocurre cómo llamar a ese amasijo de sentimientos y emociones que cambian tan rápido en mi cabeza y en mi corazón. Me dan miedo muchas cosas, me aterra enfrentarme a algo que me supere, ser incapaz de “plantarle cara” a la posibilidad de que las cosas no vayan bien, y ahora que lo sé, que hay evidencia de que los cambios dentro de mí no son buenos, ahora que estoy en ese momento, sólo respiro hondo y pienso en toda la fuerza que hay en mí, en todo lo bueno, en tantas cosas por las que luchar y tantas por las que sonreír.
Sin embargo, y a pesar de todo, tengo miedo… Es curioso seguir viviendo un día a día, con sus rutinas, sabiendo que, dentro de mí, hay algo que no va bien… Y yo no puedo controlarlo, no puedo hacer nada, no puedo evitarlo de ninguna manera ni pararlo, ni siquiera saber cómo va, los porqués… No puedo apartarlo a un lado o dejar de pensar en ello continuamente… Y tengo miedo, mucho… Porque aunque una parte de mí sigue estando tranquila, no puedo evitar sentirme triste, porque me he de considerar afortunada por no tener algo peor, sin embargo… ¿por qué no me siento así sino todo lo contrario? Y el miedo es algo tan… malo… Tanto porque no hay forma de controlarlo, al igual que los pensamientos, que aunque parezca que somos capaces de dominarlos, no es así, y ellos vuelan y vuelan por su cuenta… Pienso en mil cosas, en cómo será, en qué pasará, si estaré bien, si podré cumplir uno de los sueños que siempre he tenido… Y no lo sé, y me aterra la idea de no ser capaz de conseguirlo, de que sea demasiado difícil, de que las complicaciones me puedan y mi vida se quede a medias… No lo sé, no sé qué pensar ni que hacer, aunque no hay nada que pueda hacer, está claro, sólo esperar y asumir esta situación y sobrellevarla de la mejor manera posible.
Es curioso… siempre me he preguntado qué se siente estando en una cama de hospital… siempre he pensado mucho en la diferencia entre mis pacientes y yo misma, por qué soy yo la afortunada que está a pie de cama y ellos no, por qué la vida les ha mandado algo malo y a mí no… Tantas cosas… Tantos pensamientos absurdos que no puedo controlar… Y sin embargo, ahí están, dando vueltas y vueltas sobre mi cabeza, invadiendo todos los momentos en los que intento no pensar… Demasiado imposible.
La vida está a punto de resolverme la duda, de saber qué se siente, y ahora que estoy en este punto, me doy cuenta de que no quiero saberlo… Sólo espero que pase lo más rápido posible y que todo se quede en una vivencia más.

Los días siguen pasando y yo, poco a poco, voy volviendo a una normalidad extraña, a un día a día con las mismas cosas de siempre, con sus rutinas, sus cosas buenas y malas, sus alegrías y sus penas… Sigo teniendo días de reír a carcajadas, otros de quedarme con una sensación de tristeza dentro de mí, con las ganas de llorar o las emociones a flor de piel, porque, simplemente, los días siguen pasando sin más, trayendo consigo nuevos pensamientos y nuevas esperanzas.
Ahora me toca volver a esperar otra vez, con la incertidumbre, con los miedos cubriéndome de malas noticias… Es extraño como una parte de mí vive en la resignación más absoluta y otra, por el contrario, tiene esa capacidad innata para luchar y para negar lo evidente, como si con sólo pensamientos positivos lograra controlar ese crecimiento anómalo y rechazarlo, pero no puedo, o no sé si soy capaz de hacerlo, porque a veces se me apagan las fuerzas y no sé si eso forma parte de la normalidad en estos casos. Y ahora mismo, a pocos días de una desconexión total, de una depuración de cuerpo y alma, de un viaje que me va a llevar al fondo de mí misma, sólo espero que todo tenga su fruto y, en junio, pueda obtener una respuesta que me libre de aquello que quiero evitar a toda costa… No quiero desprenderme de ninguna parte de mí…

Cuando simplemente piensas en una cosa… cuando no hay nada más que ocupe tu mente y tu corazón… cuando crees que por fin has abierto los ojos y lo ves todo como, simplemente, todo el mundo debería verlo… es cuando te esfuerzas en retomar una lucha que tenías olvidada… La percepción del mundo, de todo cuando nos rodea, el simple hecho de ser capaz de respirar, reír, soñar, amar, odiar, tocar, oler… mil cosas minúsculas que llenan de grandeza la vida… y todo, de pronto, cobra más importancia, todo tiene más sentido y más valor cuando estás en ese punto en el que el miedo se apodera de ti… Miedo por nada si lo comparo con mil desgracias, miedo absurdo porque no hay por qué tenerlo, pero sin embargo, totalmente real.
Y hoy, en una conversación cualquiera, una frase que me hace pensar nuevamente… La enfermedad es algo que cada uno vive a su manera… Totalmente de acuerdo, ya que el proceso es tan personal y único que son absurdas las comparativas… Pero, me pregunto, qué es la enfermedad? Desde que empecé a estudiar, la primera definición, “enfermedad es la ausencia de salud”… Y efectivamente tiene sentido, pero es a ciencia cierta así? Realmente ahora, estoy ausente de salud? Estoy enferma? No sabría bien bien decirlo, ya que sigo viviendo de la misma manera, sintiendo lo mismo, notando la misma energía y sin ningún tipo de síntoma que me haga sentirme que la padezco, la enfermedad… Porque no sé si estoy enferma, o ausente de salud, o simplemente vivo en una interfase sin sentido, sin pertenecer a ningún grupo, tan sólo en mitad de una vivencia más que acabará pronto, o quien sabe, se alargará, y ahí está el “sin vivir” de la enfermedad, y lo que hace que realmente pertenezcas a ese grupo.
Me siento bien, animada, contenta, me siento como siempre, llena de vida, asumiendo mis rutinas, riendo con mi gente, planeando mis cosas a corto y medio plazo (no existen los largos plazos…), y aún así, ahí está, presente en todo momento dentro de mí e invadiendo cada uno de mis pensamientos y mis momentos de reflexión. Está ahí haciéndome sentir “enferma” sin encontrarme mal, sin estarlo realmente, porque no considero que lo esté… Esta reflexión sin sentido me acerca más a mí misma y a considerar la ausencia de salud como un estado indefinible e impreciso al cual puedo pertenecer en este momento, y, sin embargo, sé que la forma en la que lo estoy viviendo es única y que, a pesar de poder compartirlo con total confianza con pequeños grandes apoyos que siempre están ahí, existe esa parte de mí que lo vive en la intimidad y la soledad más profunda, coexistiendo con un día a día “ausente de enfermedad”.

Esta montaña rusa que empezó conmigo el año haciendo una primera bajada que me encogió el estómago, acabó frenando y dejándome bajar en junio… Por suerte, todo salió bien en la última revisión, la próxima… en diciembre, esperando que la suerte siga de mi lado.

Qué lástima pero adiós.

Los planes no sirven de gran cosa. A veces planeas algo con entusiasmo y cuando llega el momento, ocurre algo que lo descoloca todo; otras, sin embargo, simplemente algo mágico sucede sin planearlo, sin esperarlo… quizá sea por eso que dicen que no hay que buscar el amor, que simplemente llega… No sé, no me convence mucho esa teoría… será que no me ha funcionado, tanto cuando lo he buscado como cuando no…
Me pongo de nuevo a recordar… a buscar viejos apuntes, y me encuentro con algo que le escribí a una persona que compartió un año de  mi vida. Fue una relación extraña desde el principio, totalmente conformista (quizá ahí radica el verdadero motivo de que no fuera bien), sin embargo, hubo un detonante claro que hizo que todo acabara hecho añicos… Porque, digo yo, ¿quién quiere tener una pareja que no le apoye en un mal momento?

Después de un fin de semana largo de reflexión y sedentarismo, de quedarme todo el día en pijama, de aburrirme viendo películas de miedo, de pensar y dejar de pensar, de revisar en mi mente todos y cada uno de los detalles de esta relación… he llegado a la conclusión de que estoy cansada, cansada de siempre lo mismo, de no saber por qué siempre pasa igual, pero sabiendo a ciencia cierta que es algo que no quiero vivir otra vez.
De nuevo otra ruptura, con todas y cada una de sus consecuencias, con las lágrimas reglamentarias, la ira, la negación… no voy a describir todas las fases del duelo, por las que he pasado de forma rigurosa estos días. Es curiosa la sensación de vacío que te queda, sobretodo porque no entiendes nada, y te preguntas qué está ocurriendo en tu vida, por qué ha llegado a desestabilizar tanto mi mundo… En fin, nada más que contar, ni ninguna palabra más que dedicar a esa persona que, hoy por hoy, ha conseguido hacer un pequeño rasguño en esa coraza que me viste desde la primera vez; sin embargo, y a pesar de que siempre duelen estas cosas, me quedo con la liberación…
Siempre hay que agradecer los buenos momentos, que también los ha habido; lo más curioso de todo es que los malos apenas lo son, simplemente los motivos no tienen razón de ser y los malos momentos se convierten tan solo en recuerdos que me dejan claro que cada uno tiene un camino ya hecho en esta vida y, afortunadamente o todo lo contrario, no lo sé, estos caminos no llegan a converger nunca.
Mejor así...

Cosas de la vida… Por cierto, hoy un sol radiante ha lucido todo el día, el plan de la excursión ha sido realizado con éxito.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...